Pedro Sánchez se estrenó ayer en Davos (Suiza), ese foro económico venido a menos, como presidente del Gobierno español. Defendió la economía y postuló al país como receptor de grandes inversiones extranjeras. Poco después de reunirse con el consejero delegado de Microsoft (Satya Nadella) y con el presidente de Arcelor, Lakshmi Mittal; se dirigió al plenario. «España inspira confianza en las organizaciones internacionales y n los mercados», dijo. Una confianza que es consecuencia de cuatro factores: la «armonía social» con las condiciones laborales, la «certidumbre jurídica», «las instituciones y empresas fuertes» y el hecho de ser un país «europeísta». Textual. Mientras esto sucedía, a años luz de allí, en Madrid y Barcelona, las dos principales ciudades del país, la guerra del taxi contra las VTC se recrudecía y atacaba de lleno a Fitur, la feria turística por excelencia y el principal escaparate español en el extranjero esta semana. El mundo de Sánchez no siempre coincide con el real y, en ocasiones, está más cerca de yupilandia. Ayer fue un ejemplo.