Creo recordar -porque una ya tiene una edad- que nunca le he dicho a nadie en qué idioma debe hablar. No ya en qué lengua debe dirigirse a mi para que nos entendamos sino, mucho menos, en qué lengua debe hablar en general aunque no se dirija a mi. Hacerlo me parece una falta de respeto inconmensurable, un atrevimiento sorprendente y un ejemplo de ganapán de lo más burdo. Por eso no puedo entender a través de qué mecanismo mental un guarda jurado de Fitur consideró que era su deber o que simplemente podía decirle a una vicepresidenta de un gobierno autonómico -y en general a cualquier otra persona- qué idioma hablar no con él, sino con otra gente. Alucinante. Claro, que el hombre debe pensar que como ya estamos en campaña electoral y PP y Ciudadanos han vuelto a usar el valenciano (usar en el sentido de manipular, entiéndanme, no de usar de promocionar y difundir) pues barra libre. Porque primero llega Català, con su titulo de filología bajo el brazo (ay, no, que no lo tiene) y luego Casado, que propone que sea el Gobierno central quien controle las horas de enseñanza de otras lenguas que no sean el castellano para evitar que el español desaparezca. Y también Cantó con sus fake news. Y el guarda al final te parece hasta una persona normal.