El periodismo tiende a la hipérbole, ya se sabe, pero posiblemente no es exagerado decir que la sociedad nunca ha necesitado más del periodismo que en estos tiempos convulsos, complejos, y llenos de ruido, hijos de una globalización económica y una transformación digital que ha alterado las formas de comunicación sobre las que hemos construido, no sin pasos en falso, traspiés históricos y baches de décadas, esa utopía de progreso y civilización que hemos llamado Occidente, utilizado el término más como concepto que como acotación geográfica.

La vida tiende a la paradoja, ya se sabe, pero posiblemente no es exagerado decir que en esta sociedad hiperinformada nunca ha estado tan al alcance de la mano la manipulación de los hechos en base a intereses económicos, políticos o de grupo. Una ecuación que comienza con sobreabundancia de datos y acaba en desinformación.

En este nuevo contexto, el valor del periodismo (del buen periodismo, precisemos) es contribuir a que los ciudadanos no sean engañados y utilizados. La tarea, ardua y no exenta de imperfecciones, de los buenos medios de comunicación en esta hora compleja del siglo XXI es levantar un muro contra todo aquello que parece noticia y no lo es. No hacen falta muchas explicaciones sobre aquello de lo que estamos hablando: cualquier ciudadano con un teléfono inteligente en sus manos es receptor diario de cientos de impactos informativos dispuestos sin orden ni jerarquía y sin filtro que garantice su relevancia y veracidad.

Ese es, por tanto, el reto y el valor del buen periodismo en 2019: adaptar sus marcadores genéticos de rigor y seriedad a unas nuevas formas de comunicación que han revolucionado las sociedades. Levante-EMV está en esa tarea, preparado para ofrecer nuevas fórmulas con las que asegurar el futuro del buen periodismo. Dispuesto para trasladar a las formas de comunicación más actuales el ADN que le ha supuesto la confianza de 600.000 lectores diarios (en internet y en papel) y lo ha aupado al liderazgo de la prensa en la Comunitat Valenciana.

Los años recientes no han sido, ni son, tiempos fáciles tampoco para las empresas de comunicación, que han sufrido los efectos de la peor crisis económica en décadas y han tenido que hacer frente a la transformación que exigían las nuevas tecnologías. Este proceso de cambio, que ha tenido momentos dolorosos, deviene hoy, sin embargo, en oportunidad también de ganar el futuro.

Hoy es más necesario que nunca un nuevo contrato tácito entre la cabecera de referencia en el periodismo valenciano y sus lectores, un nuevo compromiso por el rigor y el pluralismo, por las informaciones elaboradas desde el convencimiento de que es posible trasladar al lector las claves de este entorno complejo y presentadas de la forma más atractiva. Un acuerdo sin sello ni timbre que, a su vez, garantice la sostenibilidad y el futuro de la información en su mejor y más moderna versión. En este apasionante proceso de cambio, no solo está en juego el periodismo, el buen periodismo tal como fue construido en el siglo XX, sino el futuro de los valores sobre los que esta sociedad de progreso se ha edificado.