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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Caminos que no conducen a "Roma"

Sin más preámbulos, Roma ha quebrado la alianza sagrada entre los viciosos supervivientes de las salas de cine y la virtuosa industria. Hasta ahora mismo, los cinéfagos contaban con el único privilegio del primer bocado, a menudo en condiciones de estabulamiento más defectuosas que las coquetas salas de proyección en que se han convertido los domicilios privados. Los fanáticos no nos desplazábamos animados solo por la pasión, sino para establecer una frontera con los vagos que consumen películas sin discernimiento, con el solo objetivo de rellenar su tiempo de cerebro disponible.

No todos los caminos conducen a Roma. El sometimiento de Hollywood a Netflix deja huérfanos a los resistentes. Ahora la exclusividad viene otorgada por el estreno en televisión de una película que opta al galardón de mejor título del año. Mensaje recibido, nos abstendremos de los cines donde se ofrece la morralla para yonquis que no sabrían distinguir el producto auténtico de la droga adulterada. No olvidamos a los elitistas que insisten en que la película de Cuarón ha de contemplarse en pantalla grande, cuando esta opción ha quedado vedada por las limitaciones de su distribución.

Por desgracia, las nominaciones a los Oscars han confirmado la supremacía de Netflix. Si quieres cine, mira la tele. El olfato de décadas de decepciones nos lleva a concluir sin necesidad de mirar que Roma ni siquiera es para tanto, por lo que el objetivo de su unicidad residía en certificar la derrota de las salas, aparte de dar respuesta lacrimógena a los muros de Trump. La liquidación del templo cinematográfico cursa al menos a buen precio, los 15 mil millones anuales en películas que invierte el gigante estadounidense. Chico conoce a cine, chico se enamora de cine, cine abandona a chico por la tele. Y entre las otras nominadas, solo Ha nacido una estrella merece una excepción.

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