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LA DOS

Talento y bondad

Tenía la mirada de un niño al que la guerra le robó la infancia y ese toque de elegancia sofisticada que tan bien pasean en el Sur. Aquella vida dura y desgarrada y un innato gusto exquisito se tomaron de la mano un buen día y nunca más se soltaron. Elio era corazón, pasión y espiritualidad de puntadas certeras y patrones perfectos. Su ropa, pura geometría en un universo de distinción.

El bando franquista fusiló a su padre cuando sólo era un pequeño de 7 años. La tragedia le obligó a dejar Córdoba para exiliarse en Sevilla. Siete décadas estuvo sin pisar la ciudad. Jamás volvió a entrar en la Mezquita-Catedral a la que le llevaba el padre. En Madrid vistió a marquesas, condesas (con Charo Montarco a la cabeza) y duquesas como la de Alba, que sucumbieron ante los tafetanes plisados y abullonados del artista. También diseñó los uniformes de Iberia que hacían parecer princesas a las azafatas españolas. Elio Berenguer Úbeda, conocido mundialmente como Elio Berhanyer, era cordial y afectuoso. Agradecía los elogios, pero jamás pidió ni mendigó favores. Se murió viendo el éxito de su línea de perfumes, sin poder reflotar su marca de ropa, pero con el orgullo de saber que en 1974 la Universidad de Harvard le hizo doctor honoris causa y la de Córdoba tiene desde 2012 una cátedra de moda que lleva su nombre.

El 20 de febrero habría cumplido 90 años. Fue un outsider en el yermo panorama de la costura española, vivió entre Balenciaga, Pertegaz y Pedro Rodríguez, que eran del Norte y, por tanto, hilaban la costura en otro idioma. En 2012 Elio cerró un desfile luciendo una kipá, el solideo judío. Él, sin serlo en absoluto, adoptó como homenaje a Abderramán I y a las tres grandes religiones monoteístas. Tenía el toque justo de excentricidad. En los últimos años se apoyaba en un bastón. De joven su gran pilar fue un talento forjado desde dentro. Tuvo dos hijos con Mercedes Lotero, colombiana, con la que se casó casi en secreto y de la que se separó poco después. Su mujer apenas apreciaba aquella ropa sofisticada.

En una ocasión cerró un desfile con trajes de novia negros, el color con el que se casaron tantas españolas en la posguerra. Convivió con la tristeza, pero supo transmitir alegría, color, felicidad y ganas de soñar con fiestas que ya no existen y salones repletos de damas que llevan vestidazos de Elio. Hace pocos días una época de la historia de España se despidió para siempre.

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