A la pregunta de cuándo se debe tratar a un enfermo hay dos respuestas. La ética, que dice que en el acto y la política que dice que cuando le toque. Y esa es la principal diferencia entre los sistemas de asistencia, privado o público. O la inmediatez o la espera indeterminada. En cirugía hay un principio indiscutible que dice que «es mejor abrir y ver que esperar para ver», lo que es extensible a todos los demás procesos patológicos, porque mientras esperamos la enfermedad va avanzando y deteriorando los órganos del paciente hasta un momento sin retorno. Puede ser que si el enfermo resiste hasta que llegue su turno, los medios y aparatos a su disposición sean mejores en la pública, pero su problema es el de poder esperar.

Y es una inmoralidad y una estafa colectiva el firmar un decreto político de asistencia y cobertura sanitaria universal sin tener previstos los sistemas que permitan su cumplimiento. Porque en realidad aquí lo prometido es la espera universal a que te toque el turno. Solo los políticos sin conciencia pueden hacer estas imposibles promesas, presentadas como un gran avance social, porque antes de hacer una promesa de esta índole, lo que hay que hacer es tener previsto cómo se puede cumplir. Y en esas estamos, con 65.000 enfermos en lista de espera solo en nuestra Comunidad, que ven como sus fuerzas decaen día a día sin que les llegue el turno de la solución a veces en cinco o seis meses.

La sanidad es un bien cada vez más usado. El incremento de la edad, las campañas de prevención, los deseos estéticos, etc. hacen que cada año suban sus usuarios sin un límite claro, por lo que hace falta arbitrar soluciones para detener este caos. La solución se dio el año 1991 -hace 28 años- con la aprobación en el Parlamento Español y por unanimidad del célebre informe Abril Martorell, que abría la puerta a la colaboración sanitaria público-privada, al amparo del que se instalaron en España multitud de hospitales públicos gestionados por la iniciativa privada. Y además con gran éxito. Porque es necesario poner todos los recursos sanitarios de España para ampliar la asistencia a los enfermos en el momento en que se inicia la enfermedad y no perder tiempo esperando. Y ahora vemos a los ignorantes políticos, que vuelven a los planteamientos marxistas de odio a la iniciativa privada, cuando en estos momentos la situación exige lo contrario, la ampliación de convenios y la puesta a disposición de los ciudadanos de todos los recursos sanitarios existentes. Los actuales políticos deben conocer la respuesta socialdemócrata de Felipe González al volver de China cuando le preguntaron sobre la gestión pública o privada a lo que respondió «Gato blanco o gato negro; que cace ratones». Pero aquí los políticos ignoran hasta lo que piensan sus partidos.

El resultado en más de 2500 médicos y miles de comadronas y enfermeros por Europa y aquí enfermos amontonados y con doctores en el paro. Así no vamos a ninguna parte. Ahora en lugar de hacer hospitales y consultorios se gastan el dinero en anular los contratos con los existentes. Recuerdo cuando el denostado PP gastaba 1.100 millones de euros diarios en construir ambulatorios y hospitales. Ahora no han hecho ni uno.

Y he comenzado con lo de la ética, que era el patrimonio escogido por el PSOE como norma de conducta en sus orígenes. Lo trajo Sanz del Río a finales del siglo XIX de Alemania al conocer a Krause y lo impuso como norma de conducta. Pero esto tampoco lo saben los actuales socialistas. Aquí cualquiera puede ser político e imponer sus tesis personales sin cultura, sin historia y lo que es peor sin ética y eso lo pagan los enfermos que se arrastran día a día en espera de soluciones, cuando lo que debían hacer es ir a la fiscalía a exigir el cumplimiento de sus derechos, que se han reducido a saber esperar.