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Exceso de dolor

El desenlace me pilló fuera de casa. Fue al día siguiente, al despertar cuando fui consciente de lo que había pasado en la pantalla. Sentí esa punzada de dolor que invadió cada rincón de un país consternado. Todos aceptando lo que ya se sabía, pero ya obtenida esa necesidad terrible de la prueba tangible. Pellizco amargo para asumir que todo ha terminado, o no. La innecesaria extensión de la noticia, la emisión desmesurada en las horas posteriores al hallazgo del pequeño Julen, son ya triste historia de la televisión contemporánea. Recientemente el aniversario del suceso de Alcàsser recordó entre otras cosas aquello que no tenemos que hacer cuando la tragedia golpea a una familia, responsabilidad. Lo de Totalán ha sido demasiado.

Son las emociones a flor de piel las que invitan a realizar el triste espectáculo vivido en directo durante los últimos días. Especiales con audiencias millonarias como el sucedido el viernes que están pensados para aglutinar grandes cifras de audiencia. Pero no olvidemos que, además, con su presencia desmesurada en la parrilla alterada, se pretende satisfacer un regodeo de la calle que hace suya la tragedia cuando se quiere a un ser al que no conoce y se compadece. Que todos los días ocurren desgracias, aquí y lejos, las vidas rotas se suceden, pero somos los medios los que amplificamos y las hacemos llegar. En el caso del pequeño Julen el altavoz mediático ha construido, otra vez, una historia dramática, dando voz y vida a todos sus protagonistas. Mineros de Asturias cabizbajos presentados con tintes heroicos, personajes secundarios e innecesarios en momentos como Juan José Cortés en otro triste capítulo basado en hechos reales.

La cosa iba a más. El día después no hubo tregua para la desgracia. «Socialité», un programa de corazón conectaba sin cesar con una reportera en la puerta del tanatorio, con una última hora que no existía. El padre de la criatura se ha ido a casa a cambiarse de ropa contaba la chica€ Y se siguió informando por la tarde, el domingo, y el lunes por la mañana, demostrando que pocas cosas hay peores en esta profesión que informar cuando ya no hay nada que contar.

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