Hoy por fin amaina el viento. Adiós al repiqueteo de las persianas, el rechinar de las hojas y el murmullo cuando deviene una buena ráfaga, de esas que tumban tendederos y desprenden ramas. En estos días son una maravilla las colas en la panadería y los trayectos en el ascensor, se hace auténtica ciencia. Sí, como escuchan. Los típicos comentarios de «hacía tanto viento que el coche daba bandazos» o «las ventanas silbaban» nos transportan hasta principios del siglo XX, con George Simpson, y la escala empírica de Francis Beaufort. Esta última aún más longeva, de 1805.

Beaufort fue un oficial naval e hidrógrafo irlandés que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Uno de sus logros fue crear una escala de viento a partir de la observación en alta mar, que aún hoy, en los años de los chips y el sistema alfanumérico, se utiliza con éxito. Eso sí, ahora ya repicada por cifras en kilómetros por hora. Del 1 al 4 la graduación hace referencia al viento flojo y bonancible; del 5 al 7 al molesto o frescachón; y, por último, del 8 al 12 se habla de temporal. Adentrado el pasado siglo los niveles se extendieron hasta el 16, ya los dominios de los tornados y huracanes.

Al principio, la escala de Beaufort fue de uso naval con condiciones cualitativas para que los marineros supieran cómo se podría comportar el barco. Desde las pequeñas olas sin espuma hasta el vendaval «insostenible para las velas». Un siglo más tarde el meteorólogo George Simpson, ante la irrupción del vapor, adecuó los niveles a las observaciones en tierra. Igual por culpa de una vecina, ¡quién sabe! En esta remasterización, como dirían los millennials, empezaron a tenerse en cuenta la caída de hojas, el movimiento de polvo o papeles, la posibilidad o no de andar por la calle y hasta la voladura de vehículos.

El pasado fin de semana ha ido por esta última senda. En la jornada del sábado el vendaval tumbó dos camiones en la A-33, junto al municipio valenciano de La Font de la Figuera. Nivel 12: temporal huracanado. En este pueblo fronterizo con Alicante son de sobra conocidas las fortísimas rachas de viento que articulan el poniente y el mistral. Al nivel de Culla o la Serra d'en Galceran en Castellón. Los observatorios que tiene la Asociación Valenciana de Meteorología (avamet.org) en estos municipios registraron un goteo de rachas superiores a los 120 kilómetros por hora. Una barbarie que debería empezar a ser considerada a la hora de abrir o cerrar el tráfico, a ciertos vehículos, en determinadas vías. Pero ahora, anticiclón.