Desde el martes 5 de febrero hasta el 8 de abril, la Institució Alfons el Magnànim y la Universitat de València van a celebrar 7 jornadas dedicadas a presentar las principales conclusiones sobre un amplio estudio, La sociedad valenciana en transformación (1975-2025) (PUV), realizado por 50 expertos. Su contenido abarca desde la situación de la demografía hasta la de la justicia y repasa en sus 600 páginas todos los ámbitos de la vida y estructura social.

Su objetivo es presentar series de datos y análisis de las mismas para mostrar las principales tendencias de nuestra sociedad, con la finalidad de contribuir al debate cívico y a la gobernación política informada. En un momento en que en casi todos los ámbitos de la sociedad -y desde luego en el de la economía y los negocios- se ha cobrado conciencia de la importancia de tomar decisiones y efectuar modelos predictivos basados en la explotación de la inmensa masa de datos que se generan constantemente, hemos sentido la obligación de aportar lo que sabemos y conocemos.

Somos conscientes de que hacen falta nuevas herramientas para recoger esos datos y mejorar los pronósticos, pero venimos de una etapa en la que hubo un apagón informativo, deliberado, porque resultaba incómodo para la toma de decisiones arbitrarias, basadas en «geniales» ocurrencias y en intereses privados ilegítimos. Por ello, durante 30 años no se ha podido realizar un estudio de estas características. Hemos de agradecer a la Institució Alfons el Magnànim haber retornado, de la mano de Vicent Flor, a un camino que no debió abandonar, pues el informe equivalente al actual fue dirigido por el profesor Manuel García Ferrando, y publicado en 1992, con el título La sociedad valenciana de los 90.

Resulta imposible resumir aquí el contenido del estudio, pero quiero hacer explícito el relato que subyace al mismo, a modo de clave de lectura.

El estudio concluye que la sociedad valenciana de 2019 es demográficamente madura como consecuencia de la caída de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida, que esta tendencia se va a prolongar y tiene numerosas y diversas implicaciones; es una sociedad urbana y decantada hacia el litoral, con un peso específico de las comarcas del sur; económicamente abierta e internacionalizada, en un mercado global, ahora mismo turbulento; centrada en el sector de los servicios, digitalizada en la vida cotidiana, pero con insuficiente relevancia de la economía del conocimiento; con cambios muy importantes en la composición interna de su estructura social, multicultural al tiempo que individualizada en sus valores, con una gran aceptación de diversidad de formas familiares; que valora la democracia al mismo tiempo que recela de su funcionamiento y la crítica, desconfiando de los políticos.

Ambivalencia, incertidumbre, desconfianza, descontento y miedo al futuro, son términos que describen tanto las tendencias como un cierto estado de ánimo. Resultan ambivalentes, por ejemplo, las tendencias demográficas, pues al tiempo que muestran la gran revolución de la longevidad también permiten registrar el incremento de la morbilidad y la aparición de una etapa al final de la vida con enfermedades gravemente invalidantes; la redistribución territorial con grandes desequilibrios; el modelo económico tradicional agotado sin que logre abrirse camino firme uno nuevo; la flexibilidad y fragilidad de las estructuras familiares; la ausencia de madurez de los servicios sociales combinada con políticas de privatización en las estructuras del Estado de Bienestar, etc.

La larga sombra de la especulación y la corrupción, la ausencia durante años de políticas coherentes y audaces con nuestras posibilidades reales y el impacto profundo y específico de la Gran Recesión han dejado muchas fracturas que sumadas a las ambivalencias apuntadas producen incertidumbre y descontento. Por ello, el libro describe la persistencia de las elevadas tasas de paro y la vulnerabilidad de los trabajadores precarios; la perpetuación del fracaso escolar; los bajos salarios; las desigualdades entre hombres y mujeres; la reproducción de desigualdades en el acceso a servicios públicos como la educación, los servicios sociales y la justicia; pero también las fracturas culturales, a las que suele prestarse poca atención, en un contexto que predomina la ideología del individualismo meritocrático; y finalmente, para no cansar al lector, la gran desconfianza en la política y la consecuente escasa participación y movilización.

Estos desafíos no pueden resolverse en una sola legislatura; y además requerirían un pacto cívico y político de medio alcance, pero no parece que el clima actual de confrontación partidista y de cinismo discursivo lo vayan a poner fácil. Sin embargo, hemos de insistir en que es imprescindible, porque a todo ello debe sumarse la crisis ecológica y el impacto que ha generado nuestro modelo de crecimiento en el territorio.

Proponemos una renovación y puesta al día de los contratos implícitos que hicieron posible el Estado de Bienestar: el contrato social entre clases (en un marco de polarización, automatización del trabajo y desregulación); el contrato intergeneracional entre grupos de edad (donde la ampliación constante de la esperanza de vida y la dependencia de la misma de tecnología médico-farmacéutica generan nuevas demandas y desequilibrios en el reparto de los recursos); y, sobre todo, un contrato de género (que no pretenda resolver las necesidades crecientes de cuidado con una propuesta de retorno de las mujeres al «dulce» hogar, sino que lo haga sobre la base de la igualdad y la emancipación).

¿Hacia dónde va la sociedad valenciana? Mejor preguntarnos hacia dónde queremos que vaya y buscar respuestas en el debate franco de los espacios públicos. Por ello, hemos escrito este libro e invitamos a las sucesivas jornadas donde se presentarán los distintos capítulos. Creemos que el análisis de datos y la representación de tendencias pueden contribuir a una ciudadanía y a una política informadas. Pero entre los datos e informes y la toma de decisiones y el gobierno debe mediar la conversación cívica.