La mejor herencia que podré recibir ya me la han dado, en vida, mis padres. Sus valores son el ADN de la familia, entre los que siempre ha destacado el deber de cumplir con las obligaciones y de dar ejemplo, en la medida de lo posible, a las personas que te rodean. Estar a su altura es imposible, pero se intenta, a pesar de que cuesta, unos días más que otros. Como cada junio cuando llega la hora de presentar la declaración de la renta, el bendito IRPF, y te sale a pagar. Aunque duela el sablazo y no siempre esté de acuerdo en cómo se administran mis impuestos, toca cumplir. Si sale a pagar, es porque se ha ganado dinero. No hay otra. Que se acepte no impide que no resulte irritante conocer el goteo de defraudadores fiscales cazados in fraganti y que, tras meses de investigaciones, pactan con Hacienda reconocer su culpabilidad, devolver lo adeudado (más intereses y multa) y aceptar una condena de cárcel de chiste que nunca se cumple. Mourinho, Ronaldo, Messi... y un infinito etcétera. Es un insulto a los que cumplimos cada junio. ¿Algún día llegará una condena real?
