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A vuelapluma

Alfons Garcia

No teman a la historia

Sucedió en París en los primeros meses de 1934. Cuenta el filósofo judío George Steiner que por debajo de su casa transitaba una manifestación con cánticos de muerte a los judíos por un escándalo político. Su madre quiso bajar la persiana y apartar al niño. Su padre lo impidió y sacó al pequeño George al balcón para enseñarle lo que sucedía en la calle. Le dijo: «Eso se llama historia y nunca debes tener miedo».

Lo mismo diría ante la manifestación de mañana en Madrid, encabezada por el trío de la plaza de Colón, donde luce la espectacular bandera de los patriotas, que pronto habrá que reemplazar por una más grande. Ha quedado claro que Pedro Sánchez es un traidor y que Casado, Rivera y Abascal van al copo ante el primer gesto medianamente serio en pro de un diálogo entre dos partes, aunque el invento de la figura del relator ha sido escenificado de manera tan chabacana que ha parecido una concesión a cambio de un hipotético apoyo de los independentistas a los presupuestos de 2019 que, de momento, ha quedado en nada. La partida de ajedrez continuará unos días más.

¿Cuál es la propuesta de quienes convocan a las masas? ¿Un 155 más largo y severo? ¿La retirada de la autonomía catalana? ¿Alguien se cree que la contundencia sorda va a encontrar sumisión en la otra parte? Es cierto que ni el Govern de Torra, ni el PDeCat de Puigdemont ni el más modoso ERC de Junqueras ayudan a rebajar la tensión y favorecer el encuentro, pero el problema de la estrategia de choque de trenes es que, si nadie frena, acaba en eso, en cataclismo.

Da miedo, pero es historia. Es la argucia mental del padre del filósofo para elevar la mirada y empequeñecernos, quitarnos trascendencia y apreciar que solo somos parte de un episodio minúsculo en el largo hilo de la historia.

Hay un proceso claro de balcanización en España, dice Alfonso Guerra. Lo que hay es una eclosión de la cultura política de la confrontación, en la que el país parece haberse instalado sin remedio. No busquen lejos: son las formas que Toni Cantó se ha traído estos días a la Comunitat Valenciana. La ley del todo vale. La sospecha es que quienes solo ofrecen el sometimiento de los otros contribuyen a esa temida balcanización. Es también lo que la vieja guardia socialista y los nuevos y poco lustrosos barones, preocupados por sus intereses electorales a corto plazo, exhiben cada día.

Ximo Puig no es que no esté preocupado por el desgaste, evidente, que Cataluña va a suponer en plena precampaña del 26M, con el juicio del procés ardiendo además. Su actitud próxima a Sánchez y al diálogo es más bien la demostración de que las dos Españas no son hoy la roja y la azul, sino la del país monolítico que solo se entiende en castellano y la España multinacional (si permiten el juego de palabras) y plurilingüe, que observa que la subyugación de una de esas naciones, por errada que esté en la deriva de sus gobernantes, no puede ser la salida duradera.

El padre de Steiner pudo llevarse a su familia a Nueva York en el último barco que zarpaba de Génova con judíos. Así sobrevivió, mientras la mayoría de sus compañeros de colegio moría. El «casino de la supervivencia», se excusa el intelectual en frase soberbia. Pero el azar solo sirve como explicación desde la distancia del tiempo. Los protagonistas de la historia están, estamos, obligados a intentar escribirla desde la razón y la dignidad. Porque nada es inexorable. Aún.

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