«¿Qui em tornarà lo temps de ma dolor/

e em furtarà la mia llibertat?».

Ausiàs March Siglo XV

C uando el Estado del bienestar parece inviable, se convierte en malestar. La legislatura política valenciana termina como se inició. Amparada por el andamiaje de reivindicaciones y buenos propósitos que no han logrado desbloquear la inversión necesaria y la financiación injusta de la Comunitat Valenciana. El panorama para mayo próximo ofrece varias opciones de obediencia centralista - PP, PSOE, Cs, Podemos, el insurgente VOX-- y una sola formación política, de sesgo progresista, con vocación de defensa prioritaria de los intereses del País Valenciano—Compromís--. La única que tiene todos sus órganos de gobierno en territorio valenciano. Todas ellas por sus limitaciones, compromisos con sus socios o su vacilación, no son capaces, no se atreven, ni saben lanzarse a la arena sin permiso ni asistencia. Son secuencias de una frustración.

Maleficio. El president Ximo Puig intenta disipar el maleficio a base de recibir ministras desplazadas a la Comunitat Valenciana, para emitir buenas razones: la catalana Meritxel Batet, de Política Territorial y la andaluza María Jesús Montero, de Hacienda. El gobierno de Pedro Sánchez, absorto en la aprobación de los Presupuestos del Estado para 2019, no está por atender la exigencia de financiación justa para el País Valenciano. Los tímidos aportes contenidos en las cuentas a aprobar, mejorarían la inversión y algunos servicios en la Comunitat Valenciana. La algarabía del frente españolista—PP. Cs y VOX-- ante los gestos de negociación para desbloquear el conflicto catalán --con la figura difuminada de un relator o fedatario-- y los Presupuestos del Estado para 2019, no augura nada leal ni bueno. Rechazan la paz utilizando la calle.

Reveses. A la derrota del PSOE en Andalucía podría suceder la de otras comunidades y grandes ciudades. En doble sentido: frente a la derecha de PP, Cs y VOX, por una parte. Contra sus socios en el Pacte del Botànic: Compromís y Podemos, por otra. Pedro Sánchez, que en menos de un año ha resucitado varias veces (primarias, moción de censura y ascensión a la jefatura del Gobierno), afronta el desafío definitivo de deshacer con un hachazo el nudo gordiano catalán, para abrir la política española al entendimiento y al diálogo. Da igual cómo se haga, lo importante es romperlo. Se requiere decisión y audacia. Con el convencimiento de que se sale de ésta o el riesgo de una avalancha de extrema derecha se cierne sobre el panorama político. La esperanza de liberación y normalidad democrática está en juego, junto al desarrollo de un proyecto inconcluso.

Obstáculos. Los valencianos vuelven a afrontar una coyuntura adversa que dificulta su progreso. Catalunya lleva años poniéndose por medio. Los españoles no independentistas, están hartos del envite catalán: ni hacen ni dejan hacer con el sombrío artículo 155 de la Constitución sobre sus cabezas. La aprobación de los Presupuestos del gobierno supondría la cuarta resurrección de Pedro Sánchez. Con tiempo para preparar la quinta: la victoria del PSOE, tras las elecciones generales. Solos o en alianza consolidada de progreso. Difícil pero no imposible. A pesar de la ofensiva de los grupos de presión política, empresarial, del IBEX 35, el eclesiástico o el mesocrático.

Tensión. La tensión permanente no es alternativa deseable para el resto de territorios del Estado español, ni para la autonomía valenciana. El calendario del Brexit marca las peores horas para la unificación europea. La turbulencia estadounidense que provoca Donald Trump, amenaza la convivencia internacional e inspira a la extrema derecha en el mundo. Las llamadas electorales—locales, autonómicas y europeas-- de mayo, supeditan la acción de gobierno a sus resultados. Antesala de las votaciones generales. Las fuerzas progresistas tendrán marcado su porvenir en mayo para los próximos cuatro años. ¿Flor de un día? Faltaba Venezuela para enmascarar el ocaso presidencial de Donald Trump y su Partido Republicano en Estados Unidos, asediados ya por el Partido Demócrata. Sabemos que Trump, además de estrambótico es inoperante y holgazán. La televisión, internet y el devaneo frívolo consumen el 60% de su tiempo. El resto lo dedica a escarceos en la Casa Blanca decorada con cortinas doradas desde que arribó.

Indignación. Los valencianos no pueden consumir su tiempo y expectativas en el victimismo y el lamento por unos objetivos que se posponen sine die. De ser justos e insoslayables, son exigibles a quien mande. Sin excusas ni retrasos. Si fueran una infundada pataleta colectiva de cinco millones de ciudadanos, dirigidos por líderes irresponsables, la democracia habría fracasado entre nosotros. Por elegirlos y mantenerlos. No es así. Sino fruto de la falta de inteligencia de quienes mandan en España desde la guerra civil -la «fabulosa» Transición incluida- que siempre anteponen otras prioridades al progreso de un fecundo País Valenciano. Digno de eficaces dirigentes políticos, sociales y empresariales, para no seguir siendo tierra de nadie.