Los términos de mal tiempo y buen tiempo son de los más usados a pie de calle y por los medios de comunicación en nuestro país. La mayor parte de la sociedad asocia buen tiempo con sol y calorcito, mientras que el mal tiempo suele relacionarse con fenómenos adversos (lluvias, temporales de viento, frío...). Sin embargo, como casi todo en esta vida, se tratan de conceptos muy relativos. Hace unos días, publicaba en la página del Laboratorio de Climatología de la UA que el anticiclón nos acompañaría (por desgracia) unos cuantos días más, y se produjo un interesante debate entre hosteleros, turistas y otras personas que pensaba que el anticiclón era una bendición, mientras que por otro lado, la gente del campo, aficionados a la meteorología y otras personas anhelaban el «mal tiempo». Porque el mal tiempo puede ser una situación totalmente opuesta dependiendo desde el punto de vista en el que se mire.

Para los trabajadores del sector turístico del Mediterráneo, el anticiclón o los ponientes son una bendición porque la gente sale a la calle en pleno invierno. Para los agricultores, es un desastre que las altas presiones se prolonguen durante los meses de invierno, ya que no llueve y nieva en las cabeceras de los ríos y en zonas de montaña, lo que se puede traducir en problemas en verano si no llueve tampoco en primavera. Además, en inviernos las precipitaciones suelen ser más moderadas y persistentes, a lo que hay que añadir la menor evaporación. Como vemos, nunca llueve a gusto de todos. En estos casos, quizás las denominaciones más correctas serían estabilidad e inestabilidad, términos más objetivos. Como aficionado a la meteorología, espero que dentro de poco podamos hablar de inestabilidad en el litoral mediterráneo, donde estamos teniendo un invierno paupérrimo, en el que la las lluvias y las nevadas están quedando muy restringidas al extremo norte.