Los Partidos políticos se encuentran inmersos en una fuerte crisis que viene de lejos y que se ha agudizado a partir de la crisis económica de 2007/08. Esta crisis no es sólo económica, sino también de valores y es asimismo una crisis social y especialmente política, vinculada a cómo transcurre el proceso político y se toman las decisiones políticas. En este proceso, los Partidos políticos juegan un papel de primer orden puesto que así lo estableció el poder constituyente al reconocer en el artículo 6 de la Constitución española que los Partidos coadyuvan a la formación de la voluntad popular y a la participación política.

Los Partidos nacen con las instituciones parlamentarias y se desarrollan en ese ámbito. Los Partidos evolucionan al mismo tiempo que la burguesía a partir del siglo XVIII, aunque en Inglaterra ya en el siglo anterior existían Partidos de notables (whigs y toris). Los diputados provienen de la clase burguesa y se organizan sobre la base de una identificación de intereses entre representados y representantes, de tal manera que éstos últimos gozan de una autonomía económica que corre unida a su libertad de decisión política. Estos Partidos de burgueses discuten sobre sus ideas políticas, pero entre ellos, y no tienen ningún interés en convertirlos en partidos de masas. En este contexto se organizan creando «Comités electorales locales», y discuten sobre sus ideas en el ámbito de «asociaciones de electores», eligiendo en esos círculos de discusión a los mejores para que les representen en el Parlamento.

Con la llegada de la cuarta clase y su legítimo deseo de participar en el proceso político, aquellos Partidos de notables desaparecen surgiendo los Partidos de masas con una estructura organizativa muy diferente. En efecto, para poder llevar a cabo su tarea estos Partidos necesitan una estructura burocrática, creándose una oligarquía dentro de los propios Partidos, que poco a poco se posiciona en contra de la democracia interna. Estas tendencias que surgen a principios del siglo XX se han ido consolidando, de tal manera que los Partidos de masas no defienden, o solo lo hacen muy parcialmente, los intereses de sus militantes, sino los de la dirección del Partido (R. Michels). Esto lleva aparejado que los grupos parlamentarios, que son los que promulgan las leyes, se someten a la autoridad de la dirección del Partido, como ocurrió por ejemplo en la social-democracia alemana y en otros Partidos, como los laboristas ingleses, ambos de origen obrero.

A partir de estos planteamientos, muy brevemente esbozados, pueden percibirse las aporías en la formación de la voluntad política a través de los Partidos, y que se manifiesta en la propia Constitución española, concretamente en el artículo 6 cuando dice que la estructura interna de los Partidos y su funcionamiento deben ser democráticos. Este mandato constitucional no se cumple en la práctica, y ello pervierte el proceso político, debido a un funcionamiento en la toma de decisiones de los Partidos no democrático, o sea no se produce de abajo a arriba. Pero es que, además, como consecuencia de este funcionamiento de los Partidos se plantea otro problema de gran calado. En efecto, se consideran nuestras democracias como parlamentario-representativas, o sea que funcionan a través del mandato representativo. Por otra parte, es lo que establece la Constitución española, cuando dice que los diputados son elegidos por mandato universal, libre, igual, directo y secreto (art. 68.1 CE). Incluso, dice la Constitución que los miembros de las Cortes no estarán ligados por mandato imperativo (art. 67. 2 CE). Sin embargo, en la práctica la fracción o grupo parlamentario obedece las directrices que establece la dirección, y aquel diputado que no lo hace es expulsado del grupo parlamentario.

Este funcionamiento anómalo del sistema democrático, que le ha hecho perder calidad y legitimidad, no sólo en España, lo conocía el Movimiento del 15M, de donde surgió Podemos. Por eso gritaban: ¡No nos representan! , o bien, ¡Democracia Real, Ya! Podemos se constituye como Partido político a partir de presupuestos críticos con el funcionamiento de los Partidos tradicionales. Entre estos presupuestos algunos de los más relevantes son la toma de decisiones de abajo a arriba, un partido transversal con un sistema de democracia abierta, y en el que la ciudadanía, aunque no sea de izquierdas, se siente a gusto votándolo. Sencillamente porque esos ciudadanos consideran que se quiere hacer política de otra manera, lo cual implica toma de decisiones más transparentes, vinculadas a los intereses de los votantes y sobre la base de una opinión pública bien informada. Se limita el mandato de los representantes y también sus retribuciones. Asimismo, para no incurrir en financiación ilegal, en la que los Partidos tradicionales se han visto envueltos, se evita el endeudamiento, que posteriormente tan caro hacen pagar los Bancos, con pérdida de autonomía real para decidir en contra de sus intereses. Éstas, y otras muchas tesis, como por ejemplo la realización de primarias, que se han extendido a otros Partidos, aunque no a todos, levantaron un entusiasmo en la ciudadanía española sin precedentes desde la Transición que, desgraciadamente, no se ha mantenido.

A partir de Vistalegre 2 en cuya asamblea el diputado Iñigo Errejón pierde, aunque con más de un 30% de los votos, frente al diputado Pablo Iglesias, se ha ido produciendo una depuración en los órganos de decisión orgánica, sin prisas pero sin pausas, de los que apoyaron al primero. Y también a partir de entonces Podemos en cada elección que se ha celebrado ha ido perdiendo votos. No sólo, sin embargo, por este hecho. Es evidente que existen otras causas.

Esta concepción de la política en la que ha ido cayendo Podemos, y sobre todo de cómo debe organizarse un Partido, es claramente autoritaria, incurre en los defectos existentes en el funcionamiento de los Partidos, los cuales han sido destacados en la primera parte de este artículo, y utiliza técnicas en cierta medida leninistas. La dirección estatal de Podemos se ha ensimismado, y se está olvidando del sentir ciudadano, con lo que corre un peligro evidente, además de una posible fractura de Podemos. Si se mantuviese esta tendencia, muy probablemente el electorado de Podemos irá poco a poco siendo el de un partido tradicional, próximo a los comunistas, obteniendo resultados muy parejos a los de IU. Si esto se produjese, su capacidad de influencia en la vida política española se reduciría notablemente.

La decisión del diputado Errejón de vincularse al grupo Más Madrid, seguramente en la forma no es correcto, pero sí en el fondo, puesto que debería ser un revulsivo para que Podemos retome una discusión crítica sobre lo que quiere ser en el futuro. En mi opinión, las decisiones que se tomen, tendrán transcendencia para la mejora o no de la calidad democrática dentro del Estado español en los próximos años.