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Te buscaré en el silencio

Hemos entrado en otra etapa y yo estoy lejos, demasiado lejos. Como esas casitas que se ven diminutas desde la ventanilla del avión. Ahora eres tú la que me sobrevuela y yo te veo pasar dejando un hermoso rastro de purpurina en el cielo. Una mariposa de alas brillantes atravesando el universo.

Siempre fuiste mucho más fuerte que yo. Y por eso sé que ahora no es nada fácil. Quiero pensar que puedes desahogarte con alguna de las personas que te arropan.

Te imagino acurrucada al tibio sol de Dübendorf, junto a los tuyos, aprovechando cada minuto de luz.

Hay gente que muere y no se entera, y en cambio a ti te tocó una muerte anunciada y lenta, demasiado lenta para una mujer llena de vitalidad como tú.

Desde el principio fuiste plenamente consciente de cuál sería el desenlace. Y llegó el momento.

No sabes lo duro que se me hace no poder darte la mano o abrazarte.

Leí decenas de artículos sobre la curación del cáncer e imaginé que los avances te alcanzarían. No ha sido así. Dicen más de lo que en realidad pueden hacer. Y me pregunto por qué demonios anuncian cosas que luego no pueden proporcionar a la gente.

Has luchado como una guerrera por permanecer más tiempo con nosotros. Y lo has logrado gracias a esa fuerza que te caracteriza.

Me siento muy honrada de ser tu amiga y de haber sido testigo de tu existencia.

La última vez que te vi me dijiste que ahora que te encontrabas peor no querías convertirte en una quejica. Muy propio tuyo, pensé, como cuando soltaste que no querías darte quimio para no suponer un gasto extra a tu país y yo te dije, pero si tienes la suerte de vivir en un país como Suiza, aprovéchalo! Algo así sólo podía salir de un cerebro solidario y consciente, a veces excesivamente racional y práctico como el tuyo.

Recuerdo ese primer día lavándonos los dientes en el baño del instituto. Teníamos catorce y quince años. Tú dijiste que me los lavaba mal y yo dejé que me enseñaras. Esa y otras muchas cosas. Y desde ese momento hasta ahora te he sentido como a una hermana mayor.

Si te soy sincera no estoy preparada para dejarte partir aunque me pregunto si alguien está preparado en algún momento para soltar a un ser querido. Simplemente hay que hacerlo porque no te queda otra. Y tengo tantas dudas. Es la putada de no creer en las historias de la iglesia. Ojalá me las hubiera creído todas. Pero a nosotras no nos convencen los dogmas de fe. Somos más de cuestionarlo todo y de darle una y mil vueltas a las cosas.

Nunca olvidaré cómo preguntabas en clase; segura de ti misma, sonriente y con esa voz de soprano ligera.

¿Cómo se llamaba aquel profesor que no dejaba de mover la nariz? Me ponía muy nerviosa. ¡Herr Lorenz! Aquel tic le hacía parecer eternamente resfriado.

Me fijé que sólo se calmaba cuando te escuchaba argumentar sobre el eje del texto que analizábamos. Al mirarte parecía que estuviera celoso y a la vez sorprendido de tener frente a si a una alumna tan brillante.

La oruga muere para convertirse en mariposa. La oruga en cuestión se libera del cuerpo y se transforma. Tú serás, sin duda alguna, una hermosa mariposa monarca. Capaz de atravesar bosques y océanos, capaz de transgredir el universo. Y te buscaré, en cada viaje, en las callejuelas de Barcelona, en las flores y montañas de Ftan. Te buscaré en el silencio pero también en las canciones del Último de la fila y en The logical song de Supertump.

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