La criminalización de la víctima, para algunos estudiosos en la materia, radica en una estrategia de guerra, la cual es empleada cada vez más, para socavar la dignidad de aquellas personas que han sido violentadas en algún ámbito de su actuar, sean mujeres u hombres en una condición de vulnerabilidad, ante el atropello de sus derechos fundamentales, por parte del sujeto o los sujetos que efectúan el acoso.

Es a través de este mecanismo que se construye un perjuicio social, hacia la víctima e incluso también hacia sus familiares, alimentado por una contracultura de “por algo será que les ocurrieron tales hechos” o en todo caso, “algo habrán hecho para merecer esto;” como justificante frente a cualquier violación a la integridad personal de todo Ser Humano.

De esta forma, se des-construye el tejido social y familiar de la víctima de acoso sexual, iniciando rumores o acusaciones prejuiciosas, más allá de enfatizar el hecho tácito en cuanto a la posición de desventaja y vulnerabilidad en la que se encontraba la persona hostigada, al momento de ser acosada ante el depredador sexual, el cual solo legitimará su poder, mientras las víctimas guarden silencio.

La inocencia de la víctima frente a las autoridades competentes, no es el tema en cuestión, ya que ante una denuncia formal, el hecho está muy claro y debe ser investigado por los encargados de administrar justicia, caiga quien caiga y sea quien sea el acusado. Porque en todo caso, las pruebas que confirmen o desmientan el hecho, las debe aportar el sujeto investigado en su defensa y es ahí precisamente, donde entra en juego el llamado mecanismo de criminalización de la víctima, como arma utilizada para evadir la justicia.

Lo anterior es una pelea por el “manejo” y “veracidad de los hechos”, donde lo único que se logra es incrementar la violencia con argumentos falsos, contribuyendo de esta forma al ascenso de una cultura de impunidad, alimentada por la cuota de responsabilidad que ejerce la corrupción institucionalizada que en el caso de Costa Rica, está más que naturalizada, ante sus diversos actores; los cuales se prestan al ilícito, al no visibilizar el hecho de acoso en el momento procesal oportuno, pero sí la criminalización de la víctima en lugar de la conducta del agresor.

Así es necesario generar, una respuesta inmediata que logre visibilizar y contrarrestar, estos hechos, desde el inicio de la conducta criminalizadora; la cual lo único que hace, es socavar la seguridad en la justicia y el ordenamiento jurídico que en la mayoría de los casos, no está cumpliendo con su deber, amparado por una serie de portillos que a su vez, posibilitan el hecho de la invisibilización de los derechos y garantías que posee toda víctima de acoso sexual.

Por ello, algunos apuntan a que pasemos de una justicia punitiva a una justicia más bien restaurativa, en el sentido de que se superen las emotividades iniciales, enfrentadas entre las partes y que se restaure en la víctima su pérdida de confianza en el derecho protector.

De la forma descrita anteriormente, el castigo propinado al ofensor por parte del Estado, le permitirá a la víctima por decirlo de una manera coloquial, “saldar cuentas” o recuperar parte de su integridad perdida, no solo ante sí misma sino también frente a los otros; junto con la creencia de nuevo en el Ordenamiento Jurídico, como ente administrador de Justicia y a su vez ejecutor de la misma.

Sin embargo, solo el tiempo dirá si realmente la sociedad costarricense en su conjunto, al igual que los especialistas en el tema, lograrán reconocer el grave daño efectuado a la víctima, sin que la propia ofendida u ofendido sean de nuevo re-victimizados o criminalizados.

Porque la criminalización de la víctima, como estrategia de guerra frente al acoso sexual, al ser expuesta desde un principio, no podrá evitar el hecho por parte del acusado de no asumir las responsabilidades del caso, al haber traspasado el umbral de su libertad y así lesionar el espacio íntimo, donde empezaba la libertad ajena.

Por tanto, toda víctima de acoso sexual, NUNCA PERO NUNCA, DEBE GUARDAR SILENCIO y menos, frente a las últimas denuncias en contra del Premio Nobel de la Paz y dos veces Presidente de la República, Oscar Arias Sánchez...