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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

La favorita de unos Oscars donde solo ha nacido una estrella

Por segundo ejercicio consecutivo, las películas rodadas lejos de Estados Unidos superan en calidad a la oferta de Hollywood. Así ocurrió el año pasado, cuando Sin amor, En cuerpo y alma, El insulto o incluso The square superaban a Lady Bird (?), La forma del agua (??) o Dunkerque (???). Pese a ello, la Academia insiste en copiar a los Goya con sus Oscar. No adjuntamos un pronóstico, sino la valoración correcta de las producciones en litigio. A efectos de este análisis inapelable, Roma no existe, porque no nos rebajaremos a la crítica de televisión ni al oportunismo de fabricar una réplica emocional al muro de Donald Trump.

Oscar a la mejor película: Es difícil proponer ocho títulos y que ninguno merezca la estatuilla. Black Panther, Infiltrado en el KKKlan y la favorita La favorita deben ser una broma. Los simpáticos Mahershala Ali y nViggo Mortensen recrean en Green Book la única pareja protagonista que puede competir en intensidad sexual con el dúo musical trenzado por Bradley Cooper y Lady Gaga en la enésima versión de Ha nacido una estrella, única ganadora posible.

Mejores gafas de sol: El modelo Randolph para Sarabia Opticals que luce Jon Hamm en El rehén, más burbujeante que las nominadas a mejor película.

Mejor director: Cualquiera menos Spike Lee, Pawel Pawlikowski, Yorgos Lanthimos o Alfonso Cuarón, lo cual nos deja a Adam McKay por el retrato vicioso de Dick Cheney en su documental El vicio del poder.

Mejor frase: A Kate McKinnon en la sorprendente El espía que me plantó, por “las mujeres también podemos ser terroristas, podemos hacer todo lo que nos propongamos”.

Mejor actriz principal: La revelación de la odiosa Lady Gaga en Ha nacido una estrella no alcanza a la extraordinaria Olivia Colman, que aplasta a Rachel Weisz y Emma Stone en La favorita.

Mejor fotografía: No sé lo que es eso, pero una vez entrevistas las oscuras Climax, Galveston, Suspiria y Atardecer, me gustaría que alguien le diera a la luz.

Mejor actor principal: Por bello que sea Bradley Cooper, en cada capítulo de Ha nacido una estrella logra el registro impecable. Acallamos así a los fanáticos de Christian Bale, con su interpretación a peso en El vicio del poder.

Mejor actor que orina en pantalla: Bradley Cooper de nuevo.

Mejor actriz secundaria: Cuesta elegir, porque las actrices copan cada vez más papeles principales. Ahora bien, cómo negarle cualquier premio a Emma Stone, aunque salga magullada tras su encontronazo con la Colman.

Mejor actor secundario: Se llama Sam, y sería Sam Elliott en Ha nacido una estrella, si no contáramos con la recreación de George Bush a cargo de Sam Rockwell en El vicio del poder.

Mejor actor utilizado como vulgar decorado de relleno: A Andy Garcia en Mamma Mia 2, mientras en primer plano habla la sosa Amanda Seyfried.

Mejor banda sonora: La que no se oye. La única música de fondo interesante del año pasado viene incorporada por Pere Campaner al corto mallorquín Gaza.

Mejor banda sonora para ahuyentar a los caballos: El abominable chillido instrumental que acompaña al alunizaje de la nave Apolo XI en la no menos indigesta El primer hombre. Ni siquiera ese despilfarro sonoro logra despertar al adormilado Ryan Gosling. O al espectador.

Mejor película extranjera: Nos sale Cold War pese a su desafortunado final, para aparentar intelectualismo y porque es la única nominada sin niños insufribles en su reparto.

Mejor guion original: De nuevo para El vicio del poder, porque el antes citado McKay aporta las pistas para un nuevo periodismo que seduzca sin embrutecer. Es la herencia del Saturday Night Live que nunca ha arraigado en España, porque el humor es un trabajo duro.

Mejor guion adaptado: Para la única estrella que ha nacido este año, el polifacético Bradley Cooper.

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