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A vuelapluma

Alfons Garcia

Una flor en la nieve

La tal Marie Kondo es, me parece, un peligro para la civilización, tal como la entendemos desde Montaigne. ¿Qué diría el sabio anacoreta si tuviera que reducir a treinta su torre llena de libros en pos de un presunto equilibrio interior? Prefiero el desorden de los libros. Una biblioteca personal es la expresión más sublime del afán de conocimiento. Para los que de niños no tuvimos a mano una gran colección, poseer y salvar los libros que más nos han aportado es un acto de justicia (poética, por supuesto).

Uno de los últimos incorporados es de David Runciman ,politólogo de moda en el Reino Unido. En Así termina la democracia defiende que nos hemos obsesionado insanamente con comparar esta etapa convulsa del brexit, Trump y otros populismos boyantes con los años 30 del siglo pasado, cuando hay otras muchas épocas con las que establecer equivalencias. «El pasado es más largo de lo que pensamos y Estados Unidos no es el mundo entero», dice.

Será verdad, pero introducirse a continuación en la nueva edición de La Alemania de Weimar, de Eric Weitz, lleva a preguntarse cómo aquella sociedad posterior a la Primera Guerra Mundial, tan «humillada y confundida» como culta e informada, la de Brecht y Heidegger, que no es poco, se dejó atrapar por los cantos del populismo nazi. Y es imposible no comparar. Nada es igual, pero el entorno actual comparte muchos de los elementos de entonces: fundamentalmente el desconcierto posterior a una gran crisis que ha hecho saltar por los aires en media Europa la estructura de partidos de décadas. Ahora, sin embargo, ese fenómeno coincide con un creciente desorden mundial, donde los consensos parecen imposibles con unos Estados Unidos en proceso de autarquía y una Europa en retirada.

En España, uno de los reductos donde la socialdemocracia ha aguantado el tirón, el movimiento más audaz de los últimos tiempos parece el de Íñigo Errejón. Lo que pase con esa operación en Madrid marcará el rumbo de la izquierda. De entrada, evidencia que, más que polarizarse, España se ha derechizado. La plataforma transversal y poco radical de Errejón y Carmena, unida a la moderación del discurso de Podemos en la última etapa y a un PSOE al que se le abre el flanco del centro tras el paso a la derecha de Ciudadanos, inclina el tablero de forma clara.

Así están las cosas. Tiempos convulsos, como dice la última exposición del IVAM, que también cae en la tentación de la analogía de épocas. Y tiempos de desigualdad, la gran lacra: el último informe de Intermón Oxfam subraya la brecha al alza entre los directivos de las grandes empresas de la economía, muchas de ellas nacidas al calor de las concesiones públicas, y el resto de mortales. Mientras, la tributación de estas firmas descendió en 2017. Como si la burbuja fuera historia antigua.

Quizá es el momento de «flor de nieve». Es una imagen que custodio en un rincón del escritorio del ordenador. Cuando los días se complican, la abro. Un golpe amarillo de luz y belleza sobre la nieve fresca. La excepción y la esperanza. Pienso en la isla valenciana de esta semana, la de la reforma casi unánime de del Estatut, donde los consensos han ganado a la confrontación, a pesar de la precampaña. Quizá es cuestión de espejos y, frente al último Pablo Casado, Isabel Bonig sobresale como moderada. Quizá el ambiente exterior se ha hecho irrespirable y pequeños gestos parecen grandes logros.

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