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El sudoku de la financiación y la balcanización

Al intentar debatir sobre las consecuencias de la actual organización territorial y las decisiones del Consell ante la situación financiera de la Generalitat Valenciana (GV) se agradece la claridad intelectual de Unai Sordo, secretario general de CCOO. «Hay que encajar muchas piezas porque es un sudoku muy complicado y, para que esto no derive en un conflicto interterritorial, no se puede desligar el debate de la financiación autonómica del debate de la suficiencia fiscal». «Necesitamos al menos 16.000 millones de euros de recaudación dentro de ese inmenso margen fiscal que tiene España».

El pasado lunes, Julia Ruiz una periodista bien informada, daba a conocer, en Levante-EMV, datos importantes bajo un titular severo «Los fondos del rescate suman ya tres presupuestos completos del Consell». Si viéramos este enunciado referido a una organización que no fuera tan importante como la GV, pensaríamos que estamos ante una quiebra, incompatible con el mantenimiento de sus actividades. Que sea una institución política no reduce el temor sobre su futuro. Es significativo que estando en el fragor de sendas campañas preelectorales, estatales y autonómicas, no haya aparecido ningún planteamiento viable. Desgraciadamente, el desenlace de lo financiero puede acabar con consecuencias radicales no previstas.

Hasta la explosión de la crisis, el modelo de financiación de 2009, era un tema casi menor. Los parlamentarios valencianos lo votaron sin mayores problemas. Aquella ligereza se hizo patente, al estallar la crisis. España se salvó por los pelos de ser intervenida y saltaron las vergüenzas financieras de las Comunidades Autónomas (CCAA) y muy especialmente de la nuestra.

Hubo que poner en marcha medidas que el actual Ministerio de Hacienda clasifica en «Mecanismos Extraordinarios de Liquidez» instrumentos que desde el año 2012 proveen de recursos a las CCAA, como es el FLA, mecanismos que ya son una gran anomalía en nuestro sistema de financiación y «Otras Medidas de Liquidez» en las que se engloban instrumentos que están más relacionados con el modelo vigente: anticipos del sistema de financiación, ampliación del reintegro de liquidaciones negativas (asociadas a previsiones falsas asociadas a las brutales caídas fiscales de la crisis) o a instrumentos habituales como los préstamos ICO.

Año a año, ambos mecanismos simultáneos han dado y están dando aire a las CCAA. Desde el 2012 hasta el pasado día 31 de Enero de este 2019, la GV había recibido 58.405 millones de Euros (a modo de referencia; Cataluña: 76.090) 50.647 millones (Cat: 75.371) por los mecanismos extraordinarios y 12. 509 millones en el capítulo de otros (Cat: 9.515). Que la suma no coincida y que ésta sea mayor que la deuda que conoceremos en breve al cierre de 2018, se debe a que una partida de un año puede ser absorbida por una del siguiente o por otro de los mecanismos existentes.

No podemos ignorar que entre 2012 y 2017, los préstamos de los Mecanismos Extraordinarios eran de libre disposición de las CCAA, pero a partir de 2018 es la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos quien decide el destino de estos: vencimientos e intereses de las distintas anualidades del FLA, liquidaciones pendientes de los años de la crisis, pago a proveedores y déficit previsto.

Puesto que la GV, con su hábito de trabajar con ingresos virtuales, está abocada a una constante situación de déficit, ocurre que cada vez que se produce un vencimiento de la deuda con el Estado está se renueva, dando lugar a dos circunstancias que incluso ponen en tela de juicio la propia razón de ser del Consell: toda su deuda ya está en manos del Gobierno central y su capacidad de decisión es muy limitada. El gobierno ejerce su doble condición de acreedor y deudor.

Frente a ello, el Valexit hace su marcha. Sirva como ejemplo la Crida pel Finançament, una asociación en los alrededores de Compromís, que esta misma semana ha hecho un llamamiento a todos los partidos políticos para que propongan una solución al «problema de la infrafinanciación, la deuda odiosa y el expolio». Se pide al Gobierno que ponga «fecha y plazo» para dar una solución a la «expoliación colectiva» que sufre la sociedad valenciana. «Desde que nació el sistema autonómico las competencias delegadas en la GV no han estado nunca cubiertas por la inversión que tenía que llegar del Estado». En su visión los Gobiernos del Estado, tengan el color que tengan, nunca han dado satisfacción a las necesidades de los valencianos, una afirmación que se sustenta en los datos de «Capital público en España. Evolución y distribución territorial (1900-2012)» publicada en 2015 por la Fundación del BBVA y el IVIE. Los autores de la monografía sabrán de la solidez científica de una obra que usa las actuales CCAA con datos de 111 años (post desastre del 98, Alfonso XIII, dictadura de Primo de Rivera, la república, la dictadura franquista y Juan Carlos I) y que ahora se usa como una especie de constante histórica en una visión con matices separatistas. Siempre hay datos para reforzar el secular, nunca mejor dicho, victimismo valenciano.

Parece que estemos en el camino de buscar nuestro particular episodio del «relator», reclamando «abrir un verdadero proceso de negociación» para condonar la deuda histórica, aumentar las inversiones y avanzar en una «soberanía económica y fiscal».

Respetando y entiendo estas opiniones, solo añadir que al afirmar que «de cada cuatro euros de presupuesto de la Generalitat, uno tiene que ir para amortizar los préstamos» se oculta que en realidad estamos ante simples ejercicios de apuntes contables, propios de las situaciones de patada hacia adelante. ¡La deuda de la GV no se esta pagando!

En uso de su legitimidad democrática Puig y Oltra han decidido gobernar con este mensaje y seguramente continuaran haciéndolo tras las elecciones de Mayo. Buscar o no una balcanización es una cuestión que sabrán explicar en un debate democrático nada fácil.

Uno tiene la sensación de pertenecer a una generación ya jubilada que de tanto mirar a Europa ha perdido la perspectiva de reconocer que no vivimos en un Estado asimilable ni a la jacobina Francia, ni la intrínsecamente federal Alemania. Pensamos que para afrontar futuras crisis era suficiente un estado autonómico en forma de café para todos y de insolidaridad de los territorios forales. Nos equivocamos, parece que la gran crisis nos ha acercado al devenir de la antigua Yugoslavia.

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