Yo no sé lo que me pasa, pero cuando llega el día de soltar la pluma, es decir, escribir esto en el uso público de mi razón frente a la soledad de la página en blanco de mi cuaderno negro, siempre acabo haciendo (¿cometiendo?) lo contrario de lo que me propongo.

Ahora mismo, por ejemplo, yo escribiría cualquier cosa sobre el último ejercicio nihilista de Michel Houellebecq, empeñado en la desolación. O, por qué no, hablaría de la cima actoral de Olivia Colman, la Queen Anne de La Favorita. O practicaría la endogamia y les hablaría del jardín que el ayuntamiento de Elx le ha dedicado a mi tía Carmen Campello por mujer, por trabajadora del calzado, por luchadora sindicalista, es decir, por feminista. Incluso les confesaría lo harto que estoy de Makoke y Kiko Matamoros.

En su defecto, valoraría y agradecería la legislatura de Ximo Puig, de Joan Ribó, de Mónica Oltra, de Grezzi o Manolo Mata, de Ferri. Alabaría, sin cegarme, la normalidad y la discreción política del President y del Alcalde, hastiado del exhibicionismo populista de la ex alcaldesa o de la extraordinaria y devastadora omnipresencia de Camps y Zaplana. Destacaría la valentía y el tesón del regidor Grezzi o el trabajo permanentemente boicoteado del conseller Marzà... En fin, de eso es de lo que escribiría o hablaría. Pero siempre acabo haciendo lo contrario, como le dijo el escorpión a la rana: siempre negativo, nunca positivo.

Así que tendré que hablarles de «Los Tres Temores» (Rivera, Casado y Abascal) y de sus correspondientes filiales (Cantó, Bonig y no me digan el nombre). ¿Ustedes se imaginan a Cantó de President menguándonos la patria del valenciano al grito de viva España? Es más, ¿alguien quiere que España se muera, signifique eso lo que signifique? ¿A qué viene, entonces, ese «Viva España» con el que Cantó se despidió en el Parlamento? Suele ocurrir que los más patriotas son los menos compatriotas, ¡vivan los cordones sanitarios! ¿Y qué me dicen del desfer i desfer del matalafer Casado? Ese demócrata que se niega al diálogo y que acusa de traición a quienes lo intentan; que propone contra Catalunya un 155 permanente porque la mejor solución es negar el problema; que aborda la financiación de las pensiones y de la sanidad por la vía de la fecundación y la crítica al gobierno legítimo por la vía de los colchones, ¿eh?, ¿qué decir de él? Como siempre, estamos de nuevo en un tiempo en el que hay que defender lo obvio: el diálogo y el pacto como prácticas políticas democráticas; el requisito lingüístico para atender a los ciudadanos en su lengua; que uno, digo de Sánchez, se compre, si quiere, un colchón nuevo y no utilice el que otro usó durante ocho años... Los tres temores.