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Tierra de nadie

El Vicariato

Zlon Williamson es un jugador de baloncesto al que se le rompió una zapatilla Nike en pleno juego. «Se le rompió» es decir poco: le estalló, según pudimos ver en los telediarios. No sabemos cuántos quilos soporta ese calzado cuando un cuerpo como el de Williamson hace una finta, pero deben de ser cientos, quizá miles, vaya usted a saber. La consecuencia es que Nike se desplomó en la Bolsa, lo que recibí inconscientemente como un acto de justicia. Horas más tarde, recordando el suceso, me di cuenta de que había pensado en la Bolsa como en una especie de divinidad capaz de actuar allí donde fallan los tribunales de los hombres. A mí Nike ni me va ni me viene. En cuanto a Williamson, jamás había oído hablar de él. Pero tenemos la costumbre de situarnos moralmente frente a las banalidades de la realidad televisada. Todo el rato estamos tomando partido sobre asuntos que nos traen sin cuidado, en lo que perdemos unas energías increíbles. Si en vez de energías psíquicas, fueran calorías, no habría obesidad en el mundo.

Hay decenas de marcas de zapatillas deportivas, no me las sé todas. Nike era la reina. O una de las reinas. He conocido a muchos adolescentes que se sentían inferiores si no iban con ellas al instituto. Yo mismo, cuando me aficioné a caminar, me compré un par que no me dio buen resultado. Pero eran Nike. El prestigio del logotipo. Williamson se retiró de la cancha con la zapatilla destripada en la mano, cojeando y haciendo gestos de dolor, como si el estallido le hubiera volado el dedo gordo del pie. Es una imagen que conviene ver porque da una idea de la fragilidad del prestigio.

Las campañas de publicidad de las deportivas son tan buenas que nos han hecho creer que las zapatillas piensan. Por lo tanto, saben distinguir el bien del mal y son responsables de sus actos. De este modo, no nos cagamos en su diseñador, del que no hemos visto ni su rostro, sino en la zapatilla misma, que merece un castigo. Ahí es donde aparece la Bolsa, que carece también de rasgos faciales conocidos, para vengarnos de la supuesta ofensa de la que hemos sido víctimas a través del jugador de baloncesto. Todo es vicario ya: el placer, el disgusto, la venganza€ Esta época nuestra pasará a la Historia como la del Vicariato.

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