Que existen decenas de feminismos, tantos como realidades culturales, económicas y sociales -que le pregunten a una mujer africana por los postulados de una activista sueca o a una agricultora de León por los de una judía de Manhattan- es una obviedad tal, que no necesitábamos a la última incorporación a la causa -hablo de Inés Arrimadas- sacando de la chistera eso del ‘feminismo liberal’ en un intento por cuadrar el círculo naranja para trepar al carro morado. A parte de las habituales mentiras -¿a quién lee y escucha esta mujer para utilizar términos como ‘guerra de sexos’?-, lo que me hiela la sangre es lo de regular -quiere decir normalizar- los vientres de alquiler -sí, de alquiler: ¿alguien conoce de verdad a alguna mujer de carne y hueso ansiosa por pasar un embarazo no por cumplir el deseo de ser madre sino por el mero happy end de darle la criatura a una pareja anhelosa si no es por pura desesperación económica?- y la prostitución -¿en serio, aún estamos con eso de que quien ofrece sexo por dinero lo hace por vocación? Confundir la cosificación de la mujer con feminismo de última generación retrata su idea de esto. No me extraña que Cs pactara con Vox...
