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Woody Allen, Amazon y el #MeToo

Hace poco más de un año se encendió la llama del movimiento #MeToo basado en el «empoderamiento» de mujeres víctimas de acoso o agresión sexual para que rompan su silencio. Cuentan los medios estadounidenses que, desde que se destapó el escándalo con las acusaciones por agresión al productor de cine Harvey Weinstein, casi ninguno de los acusados por conductas inapropiadas ha vuelto a conseguir trabajo de primer nivel en la industria cinematográfica. La lista de desempleados es eterna e incluye cineastas de la talla de Kevin Spacey o Roman Polanski.

Recientemente, le llegó el turno al director neoyorkino Woody Allen. Dylan Farrow, hija del director y la actriz Mia Farrow, ha defendido en varias ocasiones que el cineasta abusó sexualmente de ella en 1992. El conflicto llegó a los tribunales en 1993, pero las periciales no detectaron en Dylan evidencia física ni rastro psicológico de abusos. Nunca llegaron a probarse las acusaciones y Allen fue absuelto de los cargos.

En pleno auge del #MeToo, Dylan Farrow continuó afirmando que su padre había abusado de ella. Fue entonces cuando la productora Amazon Studios, con la que el director había firmado un contrato para financiar y distribuir cuatro películas, decidió resolver el acuerdo en junio de 2018. Contrariado con la resolución, Woody Allen ha demandado a la productora y le reclama 68 millones de dólares. En la demanda se exige a Amazon Studios que estrene su último filme A rainy day in New York, cuyo rodaje terminó hace seis meses. Y también reclama que se reanude el contrato que habían suscrito. «Existe un incumplimiento contractual. No hay una razón legítima por parte de Amazon para renegar de sus promesas», agrega el documento.

Considero que Woody Allen está en todo su derecho de demandar. El acuerdo obliga a Amazon Studios a lanzar al mercado sus cuatro próximas películas y, según los documentos presentados en el juzgado, garantiza a Woody Allen unas ganancias de entre 68 y 73 millones de dólares. La resolución anticipada de Amazon Studios supone un desistimiento unilateral del contrato sin justa causa. Quebranta el principio pacta sunt servanda por el que las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes. Cada uno de los sujetos intervinientes debe ser honrado y leal a sus promesas, para que las partes den y reciban lo que les corresponde.

Que nadie me malinterprete. Soy mujer feminista, creo en la igualdad de derechos. Detesto los abusos y creo que constituyen un fracaso de la cultura de nuestro tiempo. Me adhiero a la reprobación pública contra aquellos personajes que hayan sido juzgados y condenados por conductas sexuales predatorias. Sin embargo, me parece inaceptable someter al escarnio social a Woody Allen como consecuencia de acusaciones por las que fue juzgado y absuelto hace más de 25 años.

En cualquier caso, entiendo que el problema no es que Amazon no quiera producir sus películas, sino que la opinión pública lincharía al estudio si lo hiciera. La productora se suma a la caza de brujas promovida por la industria porque es lo políticamente correcto. Aunque sea a costa de quien fue declarado inocente por la Corte Suprema de Nueva York en 1993.

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