El silencio, como la apatía moral, es ideología. Un hombre que no se posiciona ante la desigualdad, ¿qué clase de hombre es? ¿Qué modelo de ciudadanía representa? ¿Con qué se compromete? Es toda una anomalía que en los cursos que imparto -de masculinidades disidentes, feminismo, prevención de la violencia de género, lenguaje inclusivo, educación afectivo-sexual- apenas asistan hombres. Un síntoma de degeneración moral, de hombres satisfechos con sus privilegios, encantados con el modelo de masculinidad hegemónica que representan y expanden con pésimo ejemplo.

Hagan la prueba. Asistan a un curso cuya temática sea la Igualdad, entendida en un sentido amplio, y verán que la immensa mayoría de asistentes serán mujeres, siempre comprometidas con la causa igualitaria, expandiendo sororidad, combatiendo el patriarcado, esperanzadas con un mundo mejor que cambian a golpe de protesta, reivindicación, sabiduría. El feminismo, decía nuestra maestra Carmen Alborch, como patrimonio inmaterial de la humanidad porque aporta dignidad a un planeta diseñado por y para hombres. El hombre -profesor, juez, carnicero, político- siempre tuvo clara su situación de opresor. Y hoy sigue encantado con su dominio y control sobre las mujeres. Tiene conciencia de clase y niega que la mujer sea la clase social y económica más explotada. El capital convierte todo en mercancía. Así han visto -y ven- la inmensa mayoría de hombres a las mujeres, como mercancia: en la pornografía, en la prostitución, en la brecha salarial, en la família...

Hacen falta hombres capaces de sumarse a la causa feminista, una causa universal que aporta dignidad, libertad y salud moral a todas las personas. El primer paso es formación en feminismo teórico, cultura, sapiencia. Luego hay que pensar nuestro género, desmontarlo, reiventarlo, construir una identidad masculina no tóxica. Una masculinidad feminista, capaz de abrigar emociones, sentimientos, empatía y en la que se rompa claramente la dicotomía varón-mujer. Mañana, el 8-M, me pregunto de nuevo dónde están los hombres. Sigo sin verlos y es algo, no sólo preocupante, sino también mezquino, indecente e injusto. Propongo que iniciemos ya ese recorrido que las mujeres supieron y saben hacer como nadie. No podemos esperar ni un 8-M más.