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Falta o bona

R. Ventura-Melià

Marea electoral

Estábamos atentos a la pantalla y en cualquier momento podría ser anunciada la convocatoria. Así que en ejercicio de su potestad el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, una vez estuvo claro que sus presupuestos para 2019 no iban a prosperar, tomó la decisión de convocar elecciones generales. No porque los sondeos le daban que su partido iba en ascenso (aunque hay sondeos para todos los gustos) sino porque las negociaciones eran muy difíciles sino imposibles con buena parte de los aliados para la moción de censura(la primera en salir airosa de la moderna democracia española). Y el martes se disolvían las Cortes.

Con una particularidad de los valencianos, que por primera vez el president de la Generalitat, Ximo Puig, también hacía lo propio, disolvía aquí nuestras Corts y hacía coincidir las autonómicas con las generales. Un doble órdago, que a algunos parece haber sorprendido y a otros contrariado. Tiene esa prerrogativa- creo que por obra y gracia de la reforma del estatut que pactaron Camps y Pla- de no hacerlo así hubiera asistido a una batalla como la que ya se ha desatado- con mucho ruido y descalificaciones- y su papel a un lado del tablero y con intereses manifiestos, no hubiera podido jugarlo a fondo. Si tenía que tomar parte y llegar luego a las autonómicas (con las locales y europeas de plus) en mayo el desgaste ya se hubiera notado y solamente en caso de una gran victoria socialista eso le hubiera podido dar empuje y compensar, pero según señalan los expertos, a estas últimas acuden a votar 200.000 ciudadanos menos. Es una diferencia grande que puede decidir muchos escaños y decantar hacia un lado u otro la balanza.

Hay suficientes novedades, y no solamente la del nuevo partido a la derecha de la derecha conservadora, que chupará votantes, y que ha entrado con buen pie en Andalucía, sino que los dos líderes de derecha lucharán por preponderar, y aquí los sondeos eran favorables hasta hace poco a Ciudadanos, aunque en diversas tertulias y algún sondeo les dan que se han estancado o que bajan algún punto. No menos le ocurre a Podemos, que sufre el eclipse de Pablo Iglesias y diversas rencillas entre corrientes, familias y alianzas.

Lo que marca esta contienda electoral es el alto voltaje de descalificaciones, han comenzado la precampaña muy acelerados y quedan muchos días para echarse fuego graneado unos a otros (y otras, que ellas, las candidatas, están suficientemente preparadas, tienen rodaje y entran duro). También, en ese fragor abundan ya las meteduras de pata, las exageraciones, las fake news. Y las rectificaciones sobre la marcha, donde digo Diego digo Diago. Sobra visceralidad y las propuestas son muy generales y en algún caso, difíciles de mantener, como apuntan los economistas que se toman el trabajo de analizarlas.

De aquí allá se moverán las cifras y los análisis y por supuesto siempre hay imprevistos. Y todos/as los indecisos/as, que haberlos haylos, van a verse bombardeados de formas diversas para movilizarles.

Que hay mucho en juego y que vamos a una legislatura clave para la democracia española. El contexto no es para tranquilizar, ni en lo económico y en lo político, y el marco también pesa. De momento la marea nos arrastra hasta llevarnos a pie de urnas.

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