Simone de Beauvoir advertía «no olvidéis nunca que bastará una crisis económica, política o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida». Me parece una frase tan demoledora como cierta. Inquietante si como yo se considera la tranquilidad como una de las mejores formas de felicidad. Vigilar durante toda la vida para que no se produzcan retrocesos parece el sino de las personas feministas.

Estamos en el mes de la reivindicación feminista y ante un desafío electoral que abrirá nuevas posibilidades. Uno de los campos de batalla ideológicos que la derecha plantea es sobre los derechos de las mujeres. Pero el debate no se centra en la igualdad salarial, ni en la conciliación o corresponsabilidad, ni la feminización de la pobreza… se está centrando sobre los cuerpos de las mujeres. Las derechas plantean peligrosos retrocesos. El retroceso en la interrupción voluntaria del embarazo la luce como artículo vintage la derecha de toda la vida. La nueva derecha plantea posiciones neoliberales en las que haciendo uso de un capitalismo voraz quiere legalizar la explotación sexual de la prostitución y la explotación reproductiva de los vientres de alquiler. Por último, para completar la terna de las derechas, la ultraderecha vuelve a la caverna cuestionando las políticas de lucha contra la violencia de género y poniendo en entredicho la palabra de las mujeres. El cuestionamiento de la lucha contra la violencia de género es muy preocupante pues lo cierto es que de la violencia de género tan solo vemos la punta del iceberg. El pasado 2018, de las 47 mujeres asesinadas únicamente 14 denunciaron y 9 obtuvieron medidas de protección. Unas cifras clamorosas que evidencian que aún falta ganar mucha confianza en el sistema y que sigue quedando mucho por hacer para erradicar la violencia de género. Lo más básico en una democracia es la integridad física de las personas, vivir seguras y libres de violencia, y en nuestro país aún estamos peleando por esa conquista.

La entrada en escena del discurso ultra lastra al conjunto de la escena política. Contamina a la derecha que comienza a competir en una baja temeraria en el terreno de los derechos civiles y humanos. Y puede hacer que la izquierda pierda inercia y fuerza para alcanzar nuevos retos. Es lógico y necesario reaccionar frente a las barbaridades y las mentiras, la derecha en sus tres manifestaciones capitaneada por la ultraderecha se empeña en traer al debate cuestiones ampliamente superadas y aceptadas socialmente, como la lucha contra la violencia de género o la libre elección de la maternidad. Se empeñan en decirnos malhumorados que «la tierra es plana». Y horrorizados recurrimos a millares de argumentos para reeditar la demostración de que la tierra no lo es. Desgastamos argumentos, desgastamos fuerzas, nos desgastamos a nosotras mismas. Hastiadas nos desesperamos por tanta ignorancia y maldad resumida en machismo.

¿Y si no entramos en su perverso juego? ¿y si les damos la relevancia inversamente proporcional a las tonterías que plantean? ¿y si elevamos el listón de la calidad del debate público? Corremos el riesgo de invertir todas nuestras fuerzas en seguir demostrando una y otra vez la evidencia de que la Tierra no es plana y postergar nuestro objetivo de alcanzar la luna. Y no me resisto a querer cobrar y cuidar lo mismo, a que los permisos de paternidad sigan ampliándose, a que se reconozcan los cuidados como una actividad imprescindible para el mantenimiento de la vida y la sociedad, a que la representación en todas las esferas de la vida sea equilibrada, a que el lenguaje nos nombre y nos respete, a que no se invisibilice nuestro talento, a que no se mercantilicen nuestros cuerpos, a elegir libremente sobre nuestra maternidad y nuestra vida, a que las violencias machistas sean repudiadas socialmente, a que se proteja a las niñas de una sexualización precoz, a la diversidad de las mujeres, a que la igualdad abrace a todo el planeta y ninguna mujer este sometida… no renuncio a la luna.

El 8 de marzo hay convocada una nueva huelga feminista por la que sobran los motivos. Las calles llaman a las mujeres y hombres que creen en la igualdad. La lucha de la igualdad no es algo sectorial de un colectivo, es una causa que implica a toda la sociedad. El machismo es un problema de la sociedad en su conjunto, aunque lo suframos fundamentalmente las mujeres. Las mujeres en esta contienda ya estamos poniendo toda la carne en el asador. No creo que se pueda pedir más esfuerzo, valentía y tesón. Falta que más hombres asuman que también es su responsabilidad la construcción de una sociedad más igual y libre. Que asuman que esta es una travesía en la que las mujeres tienen que avanzar en derechos y los hombres deben retroceder en privilegios para encontrarse en la mitad del camino. El feminismo es una de las claves fundamentales para lograr construir una sociedad más justa y sostenible en la que intentar ser felices.

Frente a las políticas enemigas de las mujeres estaremos vigilantes, juntas en las calles y con la alegría de la resistencia de Carmen Alborch. Sabiendo que entre todas y todos estamos haciendo del feminismo una fuerza motriz imparable.