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Elogio y crítica del carril bici

La primera vez que visité el Benelux fue con los hermanos Domingo, Paco y Pepe, los empresarios horticultores. Paseaba por Gante con Pepe Domingo, quien luego sería vicepresidente del Valencia C.F. -una gran persona que reconocía por su nombre de pila a muchos agentes de policía de la ciudad belga y con los que chapurreaba en flamenco-; paseaba con él, ya digo, y de buena mañana ya andábamos sorteando docenas de bicicletas que circulaban a sus anchas por las calles que vieron nacer al emperador Carlos I.

Hablo de mediados los años 80 del siglo pasado. Después de Gante recorrí el resto de Flandes y Holanda en solitario, y muy cómodamente por cierto, gracias al puntualísimo servicio ferroviario de esos dos países. De estación en estación, lo que más llamaba mi atención era la cantidad de bicicletas, a cientos, que aparcaban en dichas estaciones, convertidas en los nudos gordianos del sistema cotidiano de comunicaciones para aquellos europeos que hablaban varios idiomas desde niños y se atiborraban a chocolatinas y patatas fritas.

No he vuelto a ver tal cantidad de actividad ciclista en ningún otro país europeo, salvo en Copenhague y, algo menos, en algunas ciudades de Alemania y Suecia. Hasta la eclosión masiva de carriles bici que en apenas cuatro años ha llenado de circuitos para bicicletas las calles de València. En lo que dura una legislatura política, València se ha convertido en la gran ciudad ciclista del país aprovechando esas cualidades que todos citamos de carrerilla: su clima benigno, su relieve prácticamente llano, sus playas y parques naturales cercanos, su cuantiosa población universitaria y, en los últimos tiempos, el mayor número de turistas extranjeros que la visitan.

Tal revolución en el sistema de transporte de la ciudad, lo que los expertos llaman movilidad, ha provocado el mayor debate local sobre política urbana desde los tiempos en que discutíamos acaloradamente el destino del Saler y del viejo cauce del río Turia. Ningún valenciano o habitante de València y sus cercanías es indiferente ahora a la cuestión ciclista, y es muy posible que ésta sea la clave de bóveda del futuro electoral inmediato de la ciudad.

En mi barrio, Ruzafa, por ejemplo, no se habla de otra cosa que no sea el carril bici de la avenida del Regne de València. Es tema de comidilla en bares y comercios y, en general, la gente mayor o de mediana edad, es decir, aquellos que no suelen usar la bicicleta para nada, están que trinan con el carril que se ha inaugurado hace apenas dos semanas. Critican que uno de los sentidos de la avenida ha quedado reducido a un solo carril para los vehículos de cuatro ruedas, manteniendo la línea de aparcamientos en la calle, lo que dificulta extremadamente el paso de vehículos de urgencia como ambulancias o bomberos. De hecho, hace unos días se declaró un pequeño incendio en el abandonado cine Martí y el paso del camión de bomberos colapsó durante un buen rato el tráfico por la avenida.

Otros vecinos, entre los que me encuentro, ven con buenos ojos un carril seguro por la calzada para poder circular en bicicleta hacia el jardín del Turia, el gran espacio de esparcimiento de la ciudad, en una conexión lógica y a lo largo de una avenida que no tiene demasiado tráfico de coches y que, más bien, es una vía de comunicación lenta y vecinal dada la cantidad de semáforos y cruces que presenta.

Desde luego, el diseño de la avenida con el nuevo carril bici es muy mejorable y sería razonable suponer que la supresión de una hilera de aparcamientos atemperaría los problemas, aunque el barrio cuenta con pocas plazas alternativas en garajes subterráneos. Lo paradójico es que nadie protestase hace unos años cuando al repavimentar la mediana central de la avenida se crearon una docena de meaderos para perros, lo que ha propiciado que Antic Regne se haya convertido en la gran calle salón canina de la ciudad, con un fuerte aroma a pipí.

El cabreo de vecinos y comerciantes de la zona puede entenderse también por la falta de didáctica que, una vez más, ha mostrado el área ciclista del Ayuntamiento que dirige el ya famoso y controvertido concejal Giuseppe Grezzi, ecologista napolitano, inconfundible con sus gafas y bigote, quien suele llegar en bicicleta al consistorio al igual que su mentor político, el alcalde ciclista Joan Ribó. En un Ayuntamiento con muy pocas iniciativas urbanas de calidad pero con diversidad de ocurrencias populistas como la conversión de la plaza central en un mercadillo rústico, la hiperactividad biciclista, a la que se suman los alocados patinetes, ha subrayado lo más distinguible de la acción del gobierno municipal.

Lo bien cierto es que la revolución ciclista de Grezzi se ha llevado a cabo en un tiempo récord y sin demasiado ánimo divulgativo. Muchos progresistas incluso se han manifestado críticos, sotto voce, intimidados por la maquinaria carrilera del concejal italiano. La sensación, que subrayan diversos urbanistas favorables a la transformación verde de la ciudad -tan necesaria desde nuestro punto de vista-, es que además de apostar por el carril bici, la concejalía de movilidad quiere ser ejemplar y acoquinar a los coches privados. Y tal vez, una política más conciliadora y gradual hubiera seducido para la causa ecológica a muchos más valencianos. No hay que vencer, sino convencer, dicen que dijo Miguel de Unamuno en la legendaria sesión de la Universidad de Salamanca en presencia de la milicia nacional de posguerra.

En ese sentido resulta un mal modelo el perverso diseño del carril bici por la calle de Colón, la arteria comercial por excelencia en la que no tenía mucho sentido ubicar aparcamientos, bicicletas y una vía reservada para transporte público, creando en conjunto un espacio caótico y hasta peligroso. Y todo ello en contraste con la Gran Vía Marqués del Turia, que a pesar de su porte y arbolado de aires provenzales sigue siendo una autopista urbana para coches en la que los peatones, a duras penas, pueden cruzarla a lo ancho sin que se agote el tiempo de paso que regulan los semáforos. ¿Tal vez se la condena porque atraviesa un barrio de ideas conservadoras?

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