1 de 3. El viernes 8, como de costumbre, salí temprano a tomarme un café. Aclaro que desde que vi El hombre de las pistolas de oro, siempre pido café y nunca zarzaparrilla, y siempre me lo tomo en la barra, jamás sentado. A mis espaldas (como si tuviera dos), había una mesa de hombres sentados y uno de ellos, con la discreción de los que hablan urbi et orbe mientras se meten entre pecho y espalda un bocata de panceta con pimientos fritos, afirmó dirigiéndose a la clientela con un vozarrón apodíctico: «Los hombres y las mujeres son diferentes, por eso nunca podrán ser iguales». Iba a decirle algo, no sé, aunque fuera pedirle la hora, pero ese día no llevaba las pistolas de oro, sino el chándal de caminar. Así que me fui, eso sí: cabreado como una moto Bultaco después de la mascletá. De haber sido maleducado o si hubiera llevado las pistolas de oro, le hubiera dicho un par de cosas o, con las pistolas, un par de hostias. Por ejemplo: que el concepto de «diferencia» responde a criterios físicos y el concepto de «igualdad» a criterios éticos y políticos, y que, por tanto, es una mala argumentación la que utiliza en la premisa un término en un sentido y llega a la conclusión utilizándolo en otro. Pero es que además, y como ya dijo David, perdonen la confianza, Hume, importa poco que «seamos» diferentes o calcados los unos a los otros, porque ninguna de las dos alternativas puede servir de fundamento a lo que «queremos» o «debemos». El ideal político y moral de la igualdad responde a lo que queremos y deberíamos ser, no a lo que somos. En fin: ¡qué cansino resulta replicar siempre lo mismo a quienes no dan ni un paso adelante!

2 de 3. Es sintomático que la ultraderecha y la ultracatólica coincidan en la semántica del nombre: Vox y Hazteoir. Ellos que proceden y reivindican los 40 años de silencio de la dictadura, con sus obligadas catacumbas de clandestinidad y censura, lamentan los 40 años de democracia y nos quieren vender la moto de que su Vox es silenciada y que a su Hazteoir hacemos Oidossordos. Si se fijan, en la semántica del nombre se encierra un ¡basta ya! y una salida del armario, junto a un «a por ellos, oé, oé, oé». (Por cierto, yo estoy de acuerdo con la decisión del alcalde sobre el autobús de la Risa o Maldita la Gracia: en la semana feminista había un conflicto entre libertad de expresión y seguridad ciudadana. Ya, después, asegurada la paz ciudadana ante «tamaña» provocación, que vengan cuando quieran y les diremos lo que nos dé la gana).

3 de 3. Quizá todo empezara desde siempre (valga la contradicción) o cuando Descartes afirmó que la razón era la cosa mejor repartida del mundo. Ya después y en coherencia con la Ilustración vino el sufragismo, el feminismo de la igualdad y el de la diferencia...y así, pasito a pasito, es como hemos llegado al «feminismo liberal» de Rivera y Arrimadas, un feminismo de prostitución regulada y vientres alquilados, y tan liberal tan liberal que, si una quiere, ni es feminista. Continuaremos comentando el decathlon del feminismo liberal, mañana.