Se puede estar más o menos de acuerdo con las razones que han llevado al president, Ximo Puig, a tomar la decisión de adelantar las elecciones autonómicas. Pero, en cualquier caso, si hay algo en lo que de alguna forma cabe la coincidencia, es que se trata de una decisión audaz, que permite a la Comunitat abandonar la concurrencia con las elecciones municipales, característica de las Comunidades Autónomas del régimen común, marcando un calendario propio desde ahora y para siempre. Una decisión con la que se materializa el pago de una deuda histórica que refuerza nuestra capacidad de autogobierno a través de la singularización del proceso electoral. La controvertida cuestión de hacerlo coincidiendo con las elecciones generales, puede resultar positiva al reducir el riesgo de una baja participación en una hipotética convocatoria autonómica aislada. Sobre todo, teniendo en cuenta que ésta es la primera vez que concurrimos al margen de los municipios.

Más allá de este hecho, hay otra particularidad, no menos importante, que el adelanto electoral genera en el contexto político: la singularización del Gobierno del Botànic como referente político frente al resto de autonomías que concurrirán en las elecciones el 26 de junio, un mes después; así como, en relación al actual debate de posibles pactos en el ámbito nacional. Un modelo que, si bien es cierto que no se cimentó desde la política de bloques en la que nos encontramos ahora, sirve para diferenciar claramente la única alternativa sólida que conocemos al actual bloque de derechas. Haciéndolo, además, desde la experiencia de estos cuatro años de gobierno: tanto desde el punto de vista de la gestión en relación a las políticas públicas, como de la capacidad de entendimiento de tres fuerzas políticas diversas. Opción que cobra más sentido como consecuencia del desplazamiento de Cs, todavía más, a la derecha y su estrategia en cuanto a la negativa de posibles acuerdos con el partido Socialista, tanto a nivel nacional como autonómico, limitando seriamente las posibilidades de ese gran centro político PSOE-Cs que algunas voces predican.

Es por ello que, parte del éxito de la decisión de adelantar las elecciones puede entenderse desde el punto de vista de la capacidad que los diferentes protagonistas tengan para ubicar el Pacto del Botànic en la agenda política nacional y autonómica. Lo cual, ofrece una gran oportunidad con la que ejercer cierto liderazgo desde la Comunitat Valenciana. Esto es, singularizar el Botànic.

Hace tiempo que sigo con interés al senador estadounidense por el partido Demócrata, Bernie Sanders, en sus reflexiones sobre de la necesidad de un «frente progresista internacional» ante el auge de los movimientos de extrema derecha en el mundo en un momento, señala Sanders, en el que la mitad de las riquezas del planeta están en manos del 1% de la población mundial. En el que gobiernos como el del multimillonario Trump, «ha integrado descaradamente sus propios intereses económicos y los de sus socios a las políticas de gobierno». Movimientos que, pese a su hostilidad respecto a la democracia, están consiguiendo penetrar en las instituciones democráticas en tiempos de gran desigualdad social, poniendo en jaque el orden surgido tras la II Guerra Mundial. Resulta obligatorio reflexionar acerca de este fenómeno y sus causas.

Dicho esto, no se trata, desde luego, de que el Botànic sirva de ejemplo al mundo. Pero, sin duda, lo es desde una perspectiva local y frente al resto de Comunidades Autónomas. Sobre todo, porque actualmente, la alternativa política a un gobierno progresista pasa por un pacto con la ultraderecha. Es decir, sometiendo a nuestra democracia a una regresión política.