En el año 1975 vivía en el barrio de Sant Marcel·lí de València. Iba cada día a trabajar a un despacho de la Gran Vía del Marqués del Turia. La distancia a recorrer entre mi casa y el lugar de trabajo era de algo más de tres kilómetros. Disuasorio a pie. El transporte público de la época, con frecuencias de paso y falta de puntualidad, me llevaban a un tiempo de desplazamiento superior a les 40 minutos, entre llegar a la parada del autobús, el trayecto del mismo y el desplazamiento desde la parada más cercana a mi lugar de trabajo. Cuando mi padre me dejaba su coche no tardaba mucho menos tiempo, entre embotellamientos y encontrar un lugar de aparcamiento. Un día de ese año de 1975, decidí coger una bici de segunda mano e ir al trabajo con ella. El desplazamiento de puerta a puerta no me llevo más allá de los 15 minutos. El coste económico con ese medio de transporte fue de cero pesetas, hice ejercicio, no ocupé apenas espacio público, reduje a su mínima expresión la posibilidad de atropellar y matar a nadie… Y València me pareció más luminosa que nunca des del sillín. Ya no me he bajado nunca de la bici a la hora de moverme por el Capicasal. Des de entonces prescindí del coche privado y he olvidado los horarios y líneas de autobuses para moverme por València.

Ahora bien, es fácil imaginar las veces que me jugué la vida por la congestionada y contaminada calle de Sant Vicent Màrtir entre la Cruz Cubierta y la Plaza de España de los años 70 del pasado siglo XX. Donde por cierto algunos coches circulaban entonces, y todavía circulan hoy, a más de 60 km por hora. Y yo pensaba si algún día podría pedalear con seguridad entre mi lugar de residencia y mi trabajo por un carril bici seguro, como los que observaba por el resto de Europa cuando viajaba con mi mochila en tren. Esa Valencia del siglo XX sí que era una dictadura, pero la del coche privado! Toda la ciudad se había diseñado para uso y desplazamientos a motor. Los peatones y las pocas bicis que circulaban por València en esos años estaban absolutamente olvidados a la hora de pensar el viario en cada cruce de calles, avenidas y plazas. Llegar en la década de los años setenta a la Plaza de España des de la Cruz Cubierta, ya fuera en bici o a pie, era un mal sueño.

La plaza se asemejaba a un cruce de autopistas urbanas que confluyen des de Fernando el Católico, la Avenida del Cid, Sant Vicent Màrtir y el túnel de las Grandes Vías. Y yo pensaba, ya ves, todo diseñado para la movilidad del tránsito privado a motor. Aquello sí era una dictadura, ¡pero del coche! Y así sigue la Plaza de España en este año del señor de 2019, casi 40 años después. O sea, que seguimos con la dictadura del coche. ¡Por Dios! Es por ello que no puedo más que esbozar una sonrisa irónica cada vez que leo en las redes sociales actuales las críticas a los carriles bicis que se están construyendo en València. Pero la sonrisa irónica se convierte en rabia y cierta ira contenida cuando se habla de una supuesta «dictadura» de la bici. Y todavía me pongo más triste cuando observas que simplemente se han anulado en algunas calles i avenidas algunas plazas de aparcamiento con la construcción de carriles bicis.

Como se puede hablar con tanta frivolidad de dictadura de la bici, si la ciudad de València continua todavía hoy diseñada al servicio del uso masivo del vehículo a motor privado. De hecho, después de casi 40 años moviéndome a pie y en bici por València, todavía observo que los coches y motos circulan muchos de ellos a más de 70 km/h por la calle Xàtiva, Fernando el Católico, Colón, Guillem de Castro… A pesar de que todas estas avenidas son las arterias del corazón de la ciudad. Es más, dado los vientos que soplan por Europa y España, por lo que tiene que ver con la movilidad urbana, no entiendo cómo no hay una revuelta ciudadana en contra de que la mayor parte de nuestras plazas y calles públicas sean aparcamientos (muchos de ellos en doble fila), permanentes todo el año.

No entiendo cómo se pueden soportar las cifras de personas muertas y heridas por atropellamientos causados pero los vehículos a motor. No entiendo cómo se permite todavía hoy en pleno siglo XXI, que la plaza mayor de Valencia (la del ayuntamiento), sea la única de todas las capitales de provincia españolas por donde todavía circulan coches privados y a velocidades peligrosísimas. No entiendo como no se ha limitado ya en toda la ciudad la velocidad máxima a 30 km/h, velocidad a partir de la cual los accidentes suelen ser mortales para los peatones en un porcentaje inaceptable. Esto sí que es una dictadura, la del coche privado, y no la de la bici, que lo único que hace es ayudar a que la ciudadanía se desplace de manera más sana y sostenible. Y un dato. En ninguna ciudad europea y española, donde se han declarado zonas peatonales y se han ejecutado carriles bicis se han eliminado y los coches privados han podido volver a campar a a sus anchas. En ninguna.

Y no era mi intención terminar con comentarios políticos o ideológicos, o electoralistas, pero a raíz de todo lo que se puede leer en las redes sociales, sobre esa supuesta dictadura de la bici, me vienen al pensamiento algunas ideas y reflexiones al respecto. Si todo el proyecto de futuro que tienen partidos políticos como Ciudadanos y PP para la ciudad de València es eliminar carriles bicis, no vamos bien. De tan patética como resulta la campaña de Las Provincias contra los carriles bicis (que los dos partidos citados han hecho suya), hay días que mueven a compasión. El periódico y los dos partidos. Pero se han enterado de que somos muchas las personas derechas que también nos movemos en bici por València y no entendemos cómo es posible que ciertos periódicos y PP y Cs digan lo que van a eliminar carriles bicis.

Han enfocado mal la campaña electoral, por ese camino no van a ninguna parte. Porque, llegado a este punto cualquier persona puede pensar que no tienen nada mejor que criticar a los del pacto del Botànic, y están desesperados buscando por donde criticar, dejando a las claras que no tienen proyecto de futuro para nuestra ciudad. Y si lo tienen que lo expongan y que dejen tranquilos a los carriles bicis, que sí que son el futuro. Pienso que con el tema de la bici y los carriles bicis, se han pegado un tiro en el pie. Ya digo, de tan ignorantes como se muestran respecto a la movilidad de las ciudades en este siglo XXI, hay días que mueven a compasión. Sí, señores y señoras, hay una dictadura respecto a la movilidad en la ciudad de la València actual, pero sigue siendo la del coche. Que pasen un buen día.