En los últimos días recibe infinitos homenajes de diversas maneras, personas, asociaciones y lugares. Su nombre ocupa ya salas, espacios, museos y a buen seguro que bautizarán alguna avenida o plaza tan hermosa como ella. Esta misma semana la recuerdan en el Teatro Real de Madrid convocados por el ministro de Cultura José Guirao: la vicepresidenta Carmen Calvo, Felipe González, Amelia Valcárcel, Fernando Delgado, Imanol Arias, Cayetana Guillén Cuervo, entre otras, dirán a lo unísono que están «con Carmen». Manifestaciones de afecto, recuerdo y admiración a una mujer vanguardista, pionera en casi todo y maestra de tantas generaciones de políticas, ministras, estudiantes o empleadas del hogar, lo mismo da. Carmen intelectual y escritora, amiga y hermana, activista y luchadora, política y ciudadana, ministra y doctora, decana y profesora, feminista y socialista, elegantísima y sencilla.

Una Carmen singular, genuina, la Simone de Beauvoir del barrio del Carmen, nuestra Clara Campoamor en el Congreso de los Diputados, admirada por todas las personas de buen corazón y envidiada por quienes abrigan un alma sucia. El homenaje Carmen: alegria i força feminista abarrotó una Facultad de Filología repleta de asociaciones feministas como Dones Progressistes, Clásicas y Modernas, Tertúlia Feminista, Casa de la Dona, Cercle Feminista...

Amigas, maestras, compañeras, discípulas y familia se reunieron una tarde con Carmen, nuestra Carmen, para dejar claro que su presencia deviene presente, que se la quiere y la queremos cada día, echándola de menos, buscando en su ejemplaridad pública el aliento necesario para combatir las injusticias, la desigualdad y el desánimo que a veces nos invade. Si a ella nadie la vio jamás derrotada o quejosa, ¿cómo mostrarnos derrotistas sin remordimiento? Nos dijo que el feminismo es patrimonio inmaterial de la humanidad, una causa suficiente para continuar su labor entregadas a la alegría entendida como resistencia. Así que, dispuestas a proclamarla nuevamente como ídola feminista, mostrando su parte humana, profesional, reivindicativa, divertida, tenaz, peleona, familiar, se congregaron una buena parte de nuestra historia del feminismo valenciano: Rosa Solbes, Consuelo Catalá, Maite Larrauri, Concha Chisbert, Carmen Martínez Ten, Teresa Meana, Amàlia Alba, Juana Serna, Teresa Yebes, Paca Conesa aportaron sus vivencias con Carmen. Narraron pedazos de esa historia que, silenciada en los libros, todas deberían conocer. Emocionante el discurso final de Tita, su hermana, quien reivindicó la libertad y la soledad buscada de la Carmen menos conocida, la hogareña y familiar, también presente en el acto.

A modo de anécdota, se recordó el titular machista de un diario que así anunció su llegada a la política: «El PSOE le ha puesto el despacho a una moderna». Sólo acertó en lo de moderna, si bien, más que moderna, Carmen fue la modernidad encarnada. Habría que recopilar en un libro todos esos retazos de vivencias, ampliable si aportamos otros testimonios presentes en el patio de butacas: M.ª Luisa Moltó, Julia Sevilla, Charo Álvarez, Marina Gilabert, Paqui Méndez, Elena Simón, Gusi Bertomeu y Cristina Llorens (artífices de varios vídeos emotivos)... No he mencionado su apellido, por cierto. Seguro que en ningún momento dudaron de quién se trata. En efecto, de la Carmen que más puertas abrió en el mundo de la política, el feminismo, la cultura, el arte, los derechos, la libertad. Una Carmen que nada hizo sin pasión: Alborch, eterna Carmen Alborch.