Somos muchos los que pensamos que en los últimos años la Comunitat Valenciana ha experimentado una transformación profunda y positiva.

Si la vemos en perspectiva y la imaginamos como una empresa, en 2015 la Comunitat era un negocio humillado y en quiebra, con una imagen deteriorada y un futuro incierto. Si preferimos imaginarla como un paisaje natural, nuestra tierra parecía haber sufrido un incendio persistente y devastador, del que pocos árboles se habían salvado.

Hoy resulta difícil olvidar la sensación de desamparo que producía habitar el estrecho espacio en el que nos había colocado el mal gobierno, la corrupción y las políticas antisociales de los gobiernos anteriores. Un pozo profundo, en el que la mala reputación de nuestras instituciones se mezclaba con el deterioro económico y el abandono de las personas. Salir de la Comunitat Valenciana acarreaba siempre la pregunta sobre cómo éramos capaces de soportar tanto dislate.

En 2015 los ciudadanos votaron un cambio. Desde entonces, un nuevo gobierno, en el que pocos creían dadas las experiencias anteriores de pacto en otros territorios, ha trabajado para recomponer los pilares de una sociedad que pedía lo fundamental para su dignidad: empleo, transparencia y rigor en la gestión de lo público, atención social a los más vulnerables, seguridad para los emprendedores, mejora de los servicios públicos y respeto para todos.

Ninguna acción política cumple con todas las expectativas que el anhelo de la mejor sociedad exige, pero casi cuatro años más tarde resulta obligado decir, apoyados en la objetividad que ofrecen los índices económicos y sociales más básicos, que tras una legislatura del Botànic la sociedad valenciana está mucho mejor que en 2015.

Esos índices objetivos pueden resultar fríos a primera vista, pero cuando uno los mira bien se da cuenta que tienen marcados los nombres de las personas que nos rodean, muchas veces amigos o familiares. Esos nombres son los de quienes encuentran un trabajo y abandonan las listas del paro, los que acceden a las ayudas de la dependencia, los que reciben una mejor atención sanitaria, los que crean tejido productivo con sus empresas, los que comprueban que la identidad valenciana ya no se identifica con corrupción y mal gobierno.

La buena política se traduce en nombres ciudadanos, y también en el contexto social en el que vivimos. Resulta difícil rebatir que en estos años se ha producido una distensión ambiental que produce alivio colectivo y nos hace mejores. Como es natural, siguen las discusiones entre los partidos, las críticas periodísticas, las manifestaciones en la calle, la confrontación de ideas y los debates públicos, más o menos acalorados. Pero todo ello se produce como debe ser en una sociedad democrática, sin tensionar ni envilecer a la ciudadanía, solo como la consecuencia lógica de la realización de las libertades públicas que la Constitución reconoce.

Creemos que este cambio ambiental, solo sencillo en apariencia, es de la mayor importancia, pues con él se ha recuperado la mejor identidad de los valencianos: la del respeto al pluralismo, la consecuente inclusividad, la creatividad e innovación, la iniciativa y el optimismo.

Creemos, además, que una de las principales razones de que estas transformaciones se estén produciendo es la forma de conducir el gobierno del Botànic que ha tenido su presidente Ximo Puig, que de modo firme y sin las estridencias de antaño, ha liderado un ejercicio del gobierno honrado y dialogante, ambicioso y realista, equilibrado y transformador.

Nada es definitivo, y menos lo que está en ciernes. Hoy, apenas nos alejamos de los peores momentos de nuestra historia reciente, regresa la disyuntiva histórica. Los valores de la razón, la identidad, la moderación, el diálogo, el entendimiento, la inclusión y el respeto, frente a la reacción que propugna la crispación, la falsedad, el frentismo y la insolidaridad. Esta reacción, anclada en los intereses de un pasado mucho más oscuro, es dura, xenófoba, opaca y antifeminista, amenaza los mejores valores de Europa y supone una involución del Estado del Bienestar en todos los ámbitos, el económico, el social y el democrático.

Ante esta tendencia autoritaria y atrasada, creemos que en las próximas elecciones los ciudadanos debemos enviar un mensaje claro a los políticos. Que nuestro voto sea un voto de apoyo al buen gobierno. Un voto a las políticas sociales, un voto al impulso de un modelo productivo moderno, innovador y sostenible, un voto comprometido con la juventud, un voto que apruebe la mejor distribución de la riqueza, un voto a la transparencia en la gestión, un voto que premie la actitud de respeto a los oponentes€ Un voto que deje claro que, ante la disyuntiva, elegimos cambio político y rechazamos involución.

¡Movilicémonos! Hemos trabajado duro por la reconstrucción. Ahora debemos empeñarnos en el desarrollo, defendiendo los logros conseguidos, protegiendo el Estado social y proponiendo un proyecto abierto para una Comunitat abierta.

La Comunitat Valenciana tiene grandes posibilidades de progreso si conseguimos articular de forma equilibrada la diversidad y los intereses que representa. En nuestra opinión, es la articulación que de la pluralidad y el buen gobierno ha realizado el presidente Ximo Puig la que mejor recoge los anhelos de nuestra ciudadanía y la que garantiza una suma positiva de las voluntades diversas de nuestro pueblo. Una pluralidad que configura un equipo en el que, cómodamente, cabemos todos. ¡Apoyemos todo esto! El reto de una Comunitat mejor está en nuestras manos.