Vivir en Estados Unidos entre 2007 y 2011, con el país sumido en la mayor crisis financiera de la historia moderna y con la primera economía del mundo en los huesos es algo que siempre recordaré. Escribir algunas de las historias de los quince millones de parados estadounidenses que lo perdieron todo, hasta la posibilidad de creer en el sueño americano, fue un privilegio. A lo que nunca me acostumbré, igual que sucede ahora, es a la información de sucesos, sobre todo a los tiroteos masivos, que se producían día sí y día también, apoyándose en ese derecho constitucional a la tenencia de armas que nunca entendí, por mucho que mis amigos republicanos intentaron explicarme. Tiroteos en los que fallecían personas cuya única culpa era estar en el lugar equivocado a la hora equivocada, como bien dijo el entonces presidente, Barack Obama, en uno de sus múltiples funerales masivos. Pienso en todo esto cuando llega un partido político en España y defiende el uso de las armas para defensa personal. No les voten, por favor. Coquetear con las armas, ni de broma.
