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El día después

Para todo hay un día después, para lo bueno y lo malo. Ahora, después de fiestas nos sentimos con ánimo de continuar la vida cotidiana. Aunque no faltan sorpresas y alteraciones del itinerario que nos hacemos.

Hay un día después de las ansiadas vacaciones, como hay un día después de las elecciones, en que todos hacen el recuento e interpretan como más convenga los resultados. También buscan las razones. Como un día después de la lotería, vaya como vaya a cada cual, suerte o no por medio.

La forma en que uno encara el día después de un examen o de un diagnóstico, demuestra si se sabe asimilar, porque hay que ser realistas. No es que el mundo sea de los atrevidos sino de los pragmáticos. Por eso a unos les va mejor que a otros, porque saben cómo encarar los reveses.

La ciudad vuelve a su tráfago, se recupera (en parte) más o menos rápidamente. A veces ha tardado bastante, lo que nos exaspera a los ciudadanos de a pie. De la capacidad de recuperación, y del Plan B, si se nota, se colige si las previsiones fueron las adecuadas, porque los problemas básicos siguen ahí, tras las fiestas, o tras las elecciones (y vamos a encarar varias en poco tiempo). Los plazos para realizar lo prometido(es deuda) se alargan, los papeleos, las gestiones, suelen ser interminable (no digamos lo que ocurre con los presupuestos, porque los costos suelen aumentar de forma que los sobrecostes escandalizan).

Pero si hay un síndrome post-vacacional, o post-festivo, como una pérdida de objeto (lo que llaman el desamor) tardamos en encontrarle un reparo o en admitirlo, lo arrastramos como una carga. Hay mucha literatura sobre estos temas y han generado hasta todo un apartado de bestsellers.

La calma sigue a la tempestad, se dice siempre, y se agradece. Porque no se puede ir siempre al mismo ritmo, hay fases en la vida y ciclos y biorritmos, que imponen un cambio de marcha, un frenazo a tiempo.

No es que hayamos hecho nuestro aprendizaje de la melancolía, con los contratiempos. La memoria es selectiva y rechaza aquello que causó dolor, hay una marca, una herida, pero no estamos dispuestos a hurgar en ella más de lo debido y pasado un plazo. Y si nos preguntan los allegados, damos una respuesta rectificada, como las de los políticos, que saben ponerse al pairo o irse por la tangente. ¿Para qué insistir?

Pero en la política española siempre se vuelve a lo mismo y en esta campaña se nota muy especialmente, los temas son recurrentes. Hay quien ha hecho humor negro de esos lugares comunes, que se consideran obligados. Porque son argumentos circulares y se retroalimentan. Los comentaristas picamos y caemos en la trampa y los periodistas tratan de hacer caer en ella a los candidatos. Nunca se es bastante precavido (el lenguaje de los diplomáticos tiene en cambio muchos circunloquios para evitar la tensión).

Aunque hay quien recomienda meter el dedo en el ojo del contrario, costumbre bárbara y muy extendida. De esto se dice ir al grano. Es como mentarle la madre, o la madre de todas las refriegas. Es el «tú más» que ha imperado en esta legislatura bifronte que ha terminado. Ahora veremos las secuelas. Listos para el día después y lo que saldrá de las urnas. Será un retrato de un momento de nuestro estado de ánimo. Lo vamos a ver en poco.

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