Hace unos días, volvía a leer el discurso que Umberto Eco pronunció en la Universidad de Columbia en 1995 con motivo del aniversario de la liberación de Europa: «Contra el fascismo». En él, ya advertía de los peligros del totalitarismo al señalar la existencia de un «fascismo eterno» que de alguna forma se encuentra latente, indicando hasta catorce características típicas con las que se le puede identificar: «el Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día en cada parte del mundo». Parece que nos hayamos dado de bruces con la ola de extrema derecha que recorre el mundo cuando, posiblemente, las señales estaban ahí.

Recientemente, el partido ultraderechista Vox, volvía a ser el centro de atención con la propuesta de legalizar el uso de armas a «los españoles de bien» en defensa propia. Una idea que, a pesar de ser sumamente regresiva y no atender a razones o datos objetivos que la puedan soportar, ha conseguido generar un amplio debate político y social. Lo que pone de manifiesto, una vez más, la capacidad que tiene este partido para marcar la agenda política. Me pregunto por qué le hacemos tanto caso. La respuesta, posiblemente, haya que buscarla fuera de la propia organización de extrema derecha.

Desde que se rubricara el pacto andaluz, Vox se ha convertido en una fuerza política determinante. No tanto por su posición en el tablero político -ni siquiera el resultado electoral que obtuvo fue tan amplio- sino más bien, por el privilegiado lugar que los partidos del centro derecha, PP y Cs, le han otorgado al permitirle cierto condicionamiento ideológico: tanto del gobierno autonómico como del discurso político en general.

Suponiendo que estos partidos hubiesen cortocircuitado a Vox tras las elecciones andaluzas, la pregunta es si éste hubiese alcanzado la misma notoriedad pública; o, si hubiese tenido la misma capacidad para condicionar la agenda política y, sobre todo, si sus expectativas electorales serían las que tiene ahora mismo. La ausencia de un cordón sanitario a la extrema derecha por parte de PP y Cs, lo ha revestido de una mayor notoriedad pública y posibilidades electorales.

En un momento como el actual en el que la derecha concurre por primera vez muy fragmentada -lo cual nuestro sistema electoral penaliza- y casi todos los sondeos advierten una fuga de votos de PP y Cs hacia Vox, podría darse la paradoja de que haber imprimido este pacto para exportarlo como modelo más allá de Andalucía, lejos de ser una victoria, acabe siendo un abismo electoral y de pérdida de credibilidad para PP y Cs. El 28 de abril, sabremos si la ansiedad por conquistar el gobierno andaluz ha sido un gran error estratégico.

Lo que por otro lado, y así lo manifiestan diferentes encuestas, está consolidando al PSOE como partido mayoritario, permitiéndole referenciarse en el centro político y liderar el espacio de la moderación. Aquí en la Comunitat, el PSPV también ocupa esa ubicación en el tablero electoral autonómico. De hecho, ha presentado recientemente un proyecto transversal y abierto a la sociedad a través de una plataforma cívica con la que intenta liderar una visión de la política que va más allá del concepto partidario. Un proyecto desde el cual, el president, Ximo Puig, ha iniciado una serie de diálogos con numerosas personas de la sociedad civil ajenas a la organización política. Lo que puede ser un planteamiento acertado, capaz de arrojar luz en un momento político como el de ahora, altamente ensombrecido.