Las mujeres progresistas de este territorio ya sabemos que mucho más que un programa electoral, lo que llevamos entre manos es el convencimiento y la hazaña de cumplir con la segunda fase del Botànic. Sabemos ya que se centrará en orientar los cambios estructurales que harán que nuestra sociedad sea más igualitaria para el mayor número posible de personas, sin distinguir su origen, nacionalidad, orientación sexual, ni tendencia ideológica. Lo sabemos porque, tras liberarnos de la pesada losa de la corrupción, que no sólo vaciaba nuestros bolsillos sino que distorsionaba nuestra escala de valores compartidos machacándonos con el «tanto tienes tanto vales», hemos vuelto a experimentar la ilusión de los primeros años de nuestro Estado de Bienestar. Una ilusión que recuerdan mucho mejor quienes tenen ahora 60 ó 70 años, cuando los ciudadanos que habían conocido el franquismo disfrutaban de forma inédita de los primeros servicios sanitarios, educatvos y sociales en régimen de igualdad y modernidad.

Tras la regresión que supuso el neoliberalismo en Europa, en España, y muy crudamente entre los valencianos y valencianas de la mano de la corrupción institucionalizada por el PP, la aparición del fenómeno Compromís y el cumplimiento de sus promesas ha hecho que el Estado de Bienestar reemerja y permita la redistribución entre todos los ciudadanos de una segunda generación de servicios públicos que ha reverdecido la vida cotidiana de muchas personas gracias al pago de la dependencia, la educación infantil entre 0 y 3 años, la garantía de una escolarización completa gratuita que incluye los libros de texto, y finalmente el compromiso renovado con una sanidad pública de calidad. Una primera etapa dura y fascinante, en la que se ha superado esa desestructuración del sistema público y ha vuelto a ganar en compacidad y potencia.

Sin embargo, la fragilidad de nuestro pequeño mundo no nos va a permitir reeditar de nuevo un Estado de Bienestar basado en el crecimiento económico sin condiciones. Las evidencias científicas y sociales de los límites de este modelo son muchas, y quizá por ello quienes han dado las primeras señales de emergencia hayan sido los más jóvenes, y lo han hecho con inteligencia de mujer.

El modelo que se avecina apunta en la línea que Compromís propugna, basado en los principios feministas de la sostenibilidad. Principios identificables a pie de calle, de sentido común, como la necesidad de volver hacia una consumo lento, local, menor, limpio, no agresivo de los recursos naturales, y de productos con vocación de durabilidad. Un modelo perfectamente viable que eliminaría excesos prescindibles, e introducirá la innovación con nuevos modelos de negocio como la economía colaborativa, sin ventajismos, que en muchos casos podrán ser fórmulas de cohesión social. Y reforzando este proceso además con otro principio de resiliencia feminista, que cada problema (y esto se puede ver bien con la generación de residuos) puede ser siempre una oportunidad para seguir adelante.

La nueva generación de políticas públicas desdibujará la frontera entre la planificación económica y la distribución política de los recursos sociales a la población, porque el modelo productivo tendrá que desenvolverse sí o sí en términos sostenibles, a riesgo de que los logros de las políticas de sanidad por ejemplo, o de protección del territorio se hagan inviables, para cualquier gobierno.

El inminente segundo Botànic está generando un patriotismo social, una conciencia colectvia suficiente como para iniciar ese camino hacia la reversión o adaptación del modelo de producción y consumo. Estamos seguros de que todas las batallas libradas en esta legislatura (la defensa de la huerta y nuestro litoral, el corredor mediterráneo, la infrafinanciación), han hecho que fnalmente los procesos partcipativos ciudadanos arraiguen con la calidad sufciente como para que herramientas como el planeamiento urbanístico o el diseño de cláusulas de sostenibilidad en la contratación pública incluyan esos cambios, y permitan alinear los objetvos de legisladores, diseñadores de políticas públicas, la industria y la ciudadanía.

En Europa ya hay algunos estados miembros que han abierto los ojos, sus administraciones y a veces sus gobiernos trabajan con velocidad de crucero en las adaptaciones que exige este cambio de modelo económico. El Green New Deal forma parte ya de una fórmula de construcción de lo colectivo que empieza a tener muchas expresiones de éxito tanto en el plano local como en ámbitos estatales. Holanda, Irlanda, Escocia, Francia, Dinamarca, incluso Reino Unido entre otros trabajan ya bajo este paraguas, que es en realidad el modus operandi de Compromís, el del crecimiento entre todos y con todos.

Compromís está claramente en esa mainstream europea. En los grandes movimientos civiles e incluso desde entornos empresariales se ha comprendido, que existe ya suficiente grado de voluntad general entre consumidores/ciudadanos y productores/responsables públicos, que merece la pena explorar para impulsar hacia esa transición. Mientras, la derecha reaccionaria se mueve en debates estériles de cul de sac.

Me gusta pensar al igual que en muchos textos constitucionales internacionales reconoceremos la obligación de legar el patrimonio natural intacto a esta juventud con razón tan preocupada, la cumpliremos, y la desarrollaremos con las nuevas fórmulas democrátcas de protección y gestión.