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A vuelapluma

Alfons Garcia

La mirada de Aznar

El partido que tiene a tres de sus cuatro expresidentes valencianos investigados, categoría ominosa de la que no se libran algunos de sus últimos mandatarios en la diputaciones provinciales; el partido que ha sido condenado por financiación irregular; el partido de Eduardo Zaplana y sus mordidas de empresas que se llevaban millonadas en contratos de la Generalitat; el partido que acudió dopado durante años a las elecciones; el partido de Bárcenas, el de la caja B y sus oprobiosos libros de cuentas; el partido de Gürtel y los amiguitos del alma; el partido que intentó sostener una mentira institucional tras los atentados del 11M de 2004 por su interés electoral; el partido de un director general de Policía que tras rezar en misa de ocho llevaba dinero a bancos de Andorra; el partido del conseller y portavoz encarcelado por levantarse el dinero de los pobres del Tercer Mundo; el partido procesado por -y eso ya no es tan pasado- limpiar el contenido de los ordenadores de Bárcenas, y el casi anteayer a un grupo de policías (funcionarios públicos pagados por todos) para espiar y hundir la reputación de líderes de otros partidos.

Perdonen el recuento, que no es exhaustivo, pero a veces es necesario poner en fila los hechos para percatarse de la magnitud de la tragedia. Ese es el partido que el recuperado José María Aznar vino a reivindicar a València esta semana con el tono altivo natural en el personaje. No se trata de que la extrema derecha no le aguante la mirada. Se trata de que él tendría que bajarla con ese pasado, que no todo le compete directamente, pero una buena parte, sí. Y en todo caso, es su herencia. La mirada de Aznar ya no impone. Se la aguanta cualquier delincuente. Porque ese pasado no se puede contrapesar con los buenos datos económicos de aquellos días de gloria. En la balanza de la moral no caben componendas.

En ese caldo de cultivo, condimentado con el destructor mensaje añadido de que el otro partido tradicional hubiera hecho lo mismo porque tuvo episodios de corrupción (léase Roldán) y de abuso del poder (léase GAL), se ha macerado la extrema derecha que ahora saliva ante el poder que roza.

No parece casual que este momento coincida con una etapa histórica en la que el ascensor social se ha averiado y la desigualdad, que ha decrecido entre continentes, ha aumentado en el interior del viejo mundo, el de los privilegiados. La extrema derecha es la hija desequilibrada de la desesperanza tras una crisis de la que han salido airosos los indicadores macroeconómicos, pero no las personas. En especial, las que se han incorporado a una sociedad que aún conserva el aparataje del bienestar social, pero que solo les ofrece precariedad.

¿Qué pesa más, todo este contexto o las armas tecnológicas y argumentales que Steve Bannon y los que están detrás de él han puesto al servicio de la hasta ahora agazapada ultraderecha? Lo importante es que ambos han levantado la mayor amenaza para el futuro de Europa desde la década de 1940.

No creo en el perdón: es un gesto elegante de quien lo ofrece y honorable de quien lo acepta, pero casi siempre retórico. Me conformaría con que Aznar no diera lecciones. Su PP no solo amamantó a Abascal, su legado ha sido el principal contribuyente a la desconfianza social en las instituciones.

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