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La España vacía está aquí al lado

Movilizados por diversas plataformas ciudadanas no partidarias, de las que «Teruel existe» y «Soria ¡ya!» son las más conocidas y sonoras, miles de españoles procedentes de los territorios más despoblados del país se manifiestan hoy en Madrid, la cada vez más elefantiásica capital del Reino. Se han puesto en marcha para hacerse ver de una vez por todas aprovechando el periodo más frágil del poder político, la campaña electoral. La llamada España vacía se activa a gran escala. Ya era hora.

España es el tercer país más grande de Europa, tras Ucrania y Francia. Es decir, el territorio español es mayor que el de algunas de las naciones con las que competimos por el liderazgo continental, como Alemania, Italia o el Reino Unido, país este último al que más que duplicamos en superficie.

Caemos al quinto puesto europeo por población, y de hecho estamos muy lejos de los estados líderes citados, lo que significa que la demografía es la clave del potencial de un país, su auténtico músculo. Y ahí empezamos a ir mal. Pero es peor cuando observamos la fórmula que nos informa de la densidad de población; entonces nos damos cuenta de la verdadera magnitud del problema español.

Apenas llegamos a los 93 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que nos sitúa por debajo de la mitad de la tabla europea. Si no contabilizamos los pequeños países y enclaves tipo Mónaco, nuestro país está en el puesto 22 del ránking, por encima únicamente de las gélidas zonas escandinavas, una parte del Este continental, Grecia, Croacia e Irlanda. España, en efecto, es un país despoblado, las cifras cantan, lo es fundamentalmente en relación a sus socios y competidores europeos. Y Europa, como explicó el pensador George Steiner, es ante todo un espacio habitado, una geografía humanizada.

Como quiera que, además, la mayoría de los españoles vivimos concentrados a lo largo de la costa y en el centro neurálgico madrileño, llegamos a la negra radiografía que proporciona el país. Hasta 23 provincias -casi la mitad del territorio- secundan la protesta de hoy, cuyos organizadores nos sepultan con datos y cifras terribles: apenas el 5% de la población española vive diseminada ocupando el 53% del territorio nacional€ Una provincia entera, como Soria, cabe en el estadio Bernabeu. Somos pocos y encima con la pirámide poblacional envejecida.

Este sí es un conflicto real y no los postureos a los que nos ha acostumbrado la política actual. Un problema que tiene su origen en el éxodo masivo que provocó el desarrollismo de los años 60 y 70 del siglo pasado pero que la democracia española no ha sabido acometer. Cuatro décadas de tecnoideología no han servido para paliar la cuestión. Todo lo contrario. El proceso de concentración demográfica se ha agudizado y el abandono de más de la mitad del país sigue, inexorable.

No ha habido política territorial en este país. Más aún, hemos creado territorios altamente politizados y sin reservar al Estado las mínimas políticas armonizadoras y distributivas necesarias. La ira xenófoba contra la inmigración no hace sino multiplicar las complicaciones de este sombrío panorama.

Se han construido muchas líneas de AVE y muchas autovías, desde luego, y prácticamente cualquier punto del país se encuentra a menos de una hora de una calzada rápida. Los problemas básicos de comunicación peninsulares por mor de su accidentada orografía están en curso de resolverse, aunque todos los caminos pasan por Madrid y quedan pendientes conexiones estratégicas como el Corredor mediterráneo o el tren a Portugal, al Cantábrico y a Andalucía oriental.

Tanta obra pública contratada ha servido, sobre todo, para que las empresas españolas del sector se hayan hecho muy fuertes y compitan en el mercado internacional. Pero esa inversión, la de las infraestructuras viarias y ferroviarias, ya no puede seguir siendo el motor del país. Ahora es el turno de las estrategias industriales, de las telecomunicaciones y redes digitales, del reequilibrio regional, la sostenibilidad medioambiental y turística, la recuperación del paisaje€ y, en especial, del justo y eficiente reparto de los recursos naturales, fundamentalmente del agua, y también de la energía.

El papelón que tiene el futuro inmediato del país es de órdago. Un futuro en el que la Comunitat Valenciana también se ve afectada de modo severo, por la falta de agua desde luego y por las carencias en la comunicación nodal también, pero así mismo, el territorio valenciano padece un desequilibrio territorial importante dado que buena parte de las comarcas de su interior sufren el proceso antes descrito: El Maestrat, los Serranos y la montaña alicantina también se están despoblando. La España vacía está aquí al lado, no hace falta cruzar la Siberia nacional, ese espacio abandonado a su suerte entre Teruel, Guadalajara y Soria. A menos de una veintena de kilómetros de las aglomeraciones playeras de nuestro Mediterráneo, podemos encontrar muchos pueblos sin gente.

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