Hace 45 años escribía Joan Baez, hasta el último rincón donde alcance mi cantar… para vosotros canto y lloro. Era 1974, el mismo año de la revolución de los claveles, y para Lisboa fuimos a celebrar la que presumíamos próxima democracia en España. Atravesamos la península, para comprobar la salud que daba respirar aires de libertad. Estos días hemos vuelto con motivo del regreso de Joan Baez. Será, como dice Octavio Paz, que el hombre no es (sólo) un sujeto de progreso, sino de regreso.

Cuarenta y cinco años hace pues hoy de aquella revolución de Portugal, la más hermosa de las revoluciones, la de la primavera, y con Jose “Zeca” Afonso, cantamos repetidamente, “Grândola, Vila Morena”, la canción que Radio Renascenca, emitió como señal del triunfo de la revolución. Un mes antes, Amália Rodrigues, la había elegido, como cierre de un concierto suyo, también celebrado en Lisboa, pues la canción no había sido censurada por el régimen dictatorial de Salazar a Jose Afonso.

En esta ocasión Joan Baez, vuelve a Lisboa, actúa en el Coliseu dos Recreios, y canta a capela, Grândola, Vila Morena, acompañada por las miles de voces que la acompañan en el recital. Entonces recordamos su grabación, Here’s to Life, Gracias a la vida, dedicada a su padre que le dio su apellido latino y todo el optimismo del que podía hacer alarde, atendiendo a sus propias palabras. Incluye, junto a la misma, Gracias a la vida, interpretada a petición del público; No nos moverán, que introduce con el poema de Pablo Neruda, Sube a nacer conmigo hermano; y la hermosa, Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara, asesinado por el régimen de Pinochet, que Raimon interpretaría en nuestra lengua, al igual que Joan Baez lo hace, en la citada grabación, con El rossinyol.

Pero Grândola, Vila Morena no fue la única melodía que sirvió como señal entre los revolucionarios. El día anterior, el 24 de abril, minutos antes de las 11 de la noche, sonó, E Depois do Adeus, y después del adiós, cantada por Paulo de Carvalho. Canción, con poco éxito, que había representado a Portugal en el festival de Eurovisión, pero melodía de moda en aquellos días con la que se daría la señal de inicio a la revolución sin levantar sospechas.

Cuando la revolución hubo triunfado, Celeste Martins Caseiro entregó un clavel al soldado que le había solicitado un cigarro. El soldado lo introdujo en el cañón del fusil; después, la misma acción, la repetirían otros muchos compañeros con los numerosos claveles existentes, no se sabe si procedentes de una boda pospuesta o de un cargamento de exportación aplazada, ganando para la revolución, el hermoso nombre con el que sería conocida, «la de los claveles».

Al iniciar Joan Baez su gira mundial, en esta ocasión para presentar, Cuando el viento silba, lo hace en este entrañable «rincón» de Europa donde sí alcanza su cantar, la Lisboa de Camoens y Pessoa, para continuar despertando la conciencia de quienes la tienen dormida, estando al lado de quienes siempre queremos escucharla, y recordar hoy, a sus 78 años, Forever young, con el ánimo que le infundió su padre, «mientras sigan jugando niños en la calle, reiré, y cantaré y lloraré». Bienvenido sea su regreso.