Hace unas décadas conocí, en una ciudad turística de Alicante, a un anciano hombre triste y abatido por el recuerdo. En el campo de concentración de Austwich perdió a su mujer y a un hijo. De repente bajó los humedecidos ojos y quiso mirarme pero no pudo. Pasados unos minutos se empeñó en dominar sus instintos emocionales pero, con la garganta desgarrada, se deshizo en un improvisado llanto.

El pasado día 27 de enero se celebró el día internacional de conmemoración en la memoria de las víctimas del holocausto. En múltiples paises se celebraron actos en recuerdo y homenaje a las víctimas de la persecución y del genocidio. A lo largo de la historia hemos contemplado episodios de discriminación, odio, persecución y exterminio de poblaciones esencialmente minoritarias. Aunque en esta fecha se celebra el recuerdo de las víctimas de la solución final, no es menos cierto que cabe recordar que han habido muchos otros ejemplos de genocidios en la historia con la cruel intención de aniquilar a un grupo poblacional por justificaciones religiosas o étnicas. Ejemplos de actos genocidas como el de la romanización y persecución de los primeros cristianos, como el de la población armenia, en Ruanda, en Camboya...

En varios paises se celebran actos en recuerdo y memoria a las víctimas. Existen monumentos y museos en recuerdo del holocausto. En el Yad Vashem de Jerusalem, en el Holocaust-Mahnmal de Berlín, en el monumento nacional a la memoria del holocausto en Buenos Aires, por poner algún ejemplo. El holocausto judío Shoá es una herida de la humanidad. Ya no es solamente un trauma en la memoria de los supervivientes; es de toda la población mundial, ya sean judíos o no judíos.

Pero, ¿Por qué el odio de Hitler a los judíos? Para poder contestar a la pregunta nos remitimos a las diversas teorías que ofrecen una explicación en relación a su temprano antisemitismo. Por un lado se justifica con la idea de si Hitler se avergonzaba de su ascendencia judía, otra teoría afirma que odiaba que los mejores restaurantes en Munich tenían como distinguidos clientes a ricos judíos burgueses; incluso otra teoría que sugiere que Hitler se contagió de una enfermedad venérea por culpa de una prostituta judía. Su antisemitismo se manifestó más radical cuando leyó los protocolos de los sabios de Sión y decidió que cuando llegase al poder arremetería sin piedad contra lo que denominaba la peste judía.

Pero Hitler no solamente persiguió y exterminó a los judíos. Poblaciones minoritarias fueron igualmente el blanco de su odio por considerarlas razas o personas inferiores, Romaníes (Gitanos), polacos, prisioneros de guerra soviéticos, testigos de Jehová, discapacitados, homosexuales..., aunque para él el concepto ideológico de raza superior clasificaba a los judíos como el enemigo prioritario.

El holocausto judío y de grupos poblacionales se cobró la vida de más de seis millones y salpica en el recuerdo como una de las mayores atrocidades acontecidas en la historia de la humanidad. Un genocidio, un exterminio sin precedentes por su magnitud. Los historiadores y estudiosos del tema han estimado que se establecieron alrededor de 25.000 campos de trabajo, concentración y exterminio en los países ocupados por la Alemania Nazi. En nuestras mentes caben los recuerdos de campos de concentración importantes por su magnitud: Auschwitz-Birkenau en Polonia, Berlín-Marzah, Mauthausen en Austria, Ravensbrück en Alemania y un largo etcétera.

Ante tal barbarie, nos tenemos que hacer unas preguntas: ¿El resto del mundo conocía el genocidio de Hitler?, ¿Actuaron con las manos cruzadas ante el exterminio?, ¿Quienes ayudaron a algunos judíos a liberarse del martirio de los campos de concentración? A todos nos lleva a la memoria la genial película de Steven Spielberg La lista de Schindler, como el industrial alemán Oskar Schlinder puso su empeño en rescatar prisioneros judíos de los nazis. Organizaciones gubernamentales y personas a título individual proporcionaron salvoconductos y ayuda personal para rescatar a judíos de las atrocidades dictaminadas por el aparato burocrático de Hitler.

En España, por poner solo un ejemplo, Miguel Ángel Muguiro, Ángel Sanz Briz como representantes ministeriales en Hungría lograron salvar a más de 5.000 judíos de la persecución nazi. Esas muestras de valentía impulsaron a que las autoridades hebreas elaborasen en 1953 una ley en el knéset refiriendo como justos entre las naciones a las personas de confesión no judía o noájidas que ayudaron contra la persecución llevada a cabo por el régimen nacionalista del tercer Reich. Alrededor de 28.000 personas de más de 50 nacionalidades han sido reconocidas y recordadas en el Yad Vashem como justos entre las naciones, como así se refleja en el Talmud de que quien salva una vida salva al universo entero.

Como dijo Elie Wiesel: «El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder. El odio racial, la violencia todavía, por desgracia, proliferan».