Doscientos científicos asombraron ayer al mundo al demostrar que los agujeros negros existen y que se pueden fotografiar, aunque estén a 53,3 millones de años luz de la Tierra. Si Albert Einstein y Stephen Hawking hubieran visto la imagen, tendrían los ojos vidriosos de pura alegría. O de envidia. Como yo, habrían dado el mundo por poder sentir lo que tan bien describió ayer Eduardo Ros, un español que participó en el proyecto. Ros me cautivó al explicar que la «astronomía es algo que no se hace solo desde el despacho», sino que hay que «embarcarse en una expedición». Y hace dos años unos científicos se embarcaron en una expedición al lugar más remoto.
Qué gozada, pienso, debe ser tener estos superpoderes. Quizá los doscientos científicos podrían dedicarse a resolver otro de los enigmas que me inquietan: las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), con perdón por la frivolidad de la comparación. Incrédula por naturaleza con este tipo de predicciones, anteayer mostré algo de fe en sus conclusiones, sobre todo después de que pronosticaran que los indecisos somos legión a menos de un mes para las elecciones. Poco duró mi confort, sobre todo después de escuchar en la cadena SER la entrevista con el director del CIS, José Félix Tezanos. Mi escepticismo creció hasta la estratosfera al admitir él mismo que dudaba de sus propias predicciones. Le sorprende la caída del PP. «Hay cosas que me llaman la atención, no acabo de ver claro que el PP caiga tanto. Es una opinión personal. Y tengo la impresión de que Vox puede sacar más que lo que dice la encuesta», dijo. Minutos después matizó su discurso, más propio de un monólogo, y dijo que la proyección de escaños no se ha hecho «alegremente», ni «a ojo de buen cubero». ¿En serio? Aunque pueda compartir con él que la encuesta es la foto fija del momento y existe mucha gente indecisa, dudar en público de su propio estudio me crea mucha inquietud.
Casi tanta como la que producen los agujeros negros.
