Cuatro nuevos animales tienen el dudoso honor de haber sido incluidos en el catálogo de especies exóticas invasoras: la pitón real (una serpiente), el varano de sabana (un lagarto), la tortuga de la península de Florida y el cerdo vietnamita.

Esto quiere decir que, en adelante, será ilegal comerciar con ellos, cederlos o reproducirlos, además de estar obligados a informar de su posesión.

Todo el mundo coincide en que los cerdos merecían entrar en este prestigioso club, pues tienden a escaparse, asilvestrarse e incluso criar con los jabalís salvajes, dando lugar al cerdolí: animales híbridos (bastante feos) que están causando daños en muchas comunidades autónomas, como la valenciana.

Sin embargo, las pitones reales son otro cantar. Existe un gran mercado detrás de estas serpientes, criadas para obtener diferentes fases (colores y patrones en su piel) que, en ocasiones, pueden llegar a valer miles de euros. Y, como ya dijera Quevedo, «poderoso caballero es don dinero», más si cabe cuando no se ha presentado ningún estudio científico que concluya que pueden adaptarse a vivir en nuestras tierras. Existen muchas voces protestando, viéndolo como una medida para desalentar la tenencia de animales exóticos mediante la prohibición de una de sus especies bandera.

Este es un problema de enfoque, se siguen pudiendo comprar animales invasores cuyo peligro está más que probado, como erizos domésticos o caracoles manzana en diferentes webs de venta entre particulares. Cualquier usuario de internet puede encontrar más de una decena de ofertas de venta de estas especies realizando una búsqueda superficial.

¿No sería más efectivo para la conservación controlar el comercio ilegal de especies invasoras, que ampliar el catálogo de estas con mascotas que llevan muchos años manteniéndose en nuestro país sin producir ningún problema ecológico?

Además, esto puede generar una serie de problemas añadidos, ya que cada comunidad autónoma tiene la obligación de aplicar las medidas adecuadas para evitar que estos animales se sigan reproduciendo. Es muy posible que la prohibición de su comercio lleve al abandono de gran número de serpientes, ya sin valor económico. Esto deja a nuestro gobierno ante una doble tarea. Por un lado, la casi imposible de identificar a los culpables y aplicarles las sanciones que la legalidad estime. Por el otro, la más importante, gestionar la posibilidad de ocuparse de una gran cantidad de animales.

El centro municipal de acogida de avifauna urbana y animales exóticos sería el encargado de este problema en la ciudad de València y, actualmente, no cuenta con una dotación económica suficiente para tamaña tarea, ya que, probablemente, se viera obligado a acoger los animales de los municipios cercanos. Existe otra opción: eutanasiar a los animales conforme se vayan encontrando, pero sinceramente, ¿es necesario generar este problema?

Puedo entender que el mercado de animales exóticos genera una serie de contratiempos, y es muy dado al «pirateo», pero existen otros modos de desalentarlo. Por ejemplo, ampliar los controles a las tiendas de animales. La mayoría de la población no sabe que si compra un animal exótico (que se encuentre dentro de una de las categorías CITES), el tendero tiene que entregarle los papeles correspondientes a ese animal. Esos papeles no entregados, luego vienen muy bien para justificar la posesión y venta de animales en establecimientos de dudosa moral.

La educación es la clave, concienciar a la población mediante campañas publicitarias, cursos, talleres en los colegios… No solo del problema que pueden producir las mascotas exóticas, sino de la importancia de proteger nuestra fauna y parajes naturales y, así, crear ciudadanos informados, a la vez que concienciados. Es decir, solucionar los problemas desde la conciliación y no desde imposiciones absurdas sin base científica.

Este es uno de los grandes retos que espero que solucionen los nuevos gobernantes elegidos en las elecciones de este 28 de abril, sean del partido que sean, porque la protección de nuestro entorno no debería de tener color político.