Panxito estuvo en “La primera presentación en FNAC con un perro”: “Diario de un perroflauta. Panxito y yo” que, en un mediodía primaveral de sábado, convocó a bastante público, con ejemplar en mano. Kolo, autor ilustrador de la obra, relató que todo “Empezó en Facebook en dos mil dieciséis”. Actualmente son trending topic (tendencia exitosa), tal vez debido a que cada ocurrencia “Va de lo que hacemos todos los días, visibilizar las cosas del día a día como que se te acabe el café. Subo una viñeta cada día: me levanto pronto por la mañana, voy al wáter, tomo mi café con leche y dibujo la viñeta. Es un diario real. Los primeros panxitos eran de noticias, pero hacer de política me cansa” Irradiador a borbotones de simpatía Kolo (Raúl Colomer) sabe a ciencia cierta que “La gente de a pie no es visible”; tal vez por eso su arte conecta. Como dibujante es usuario de la mano alzada “Vengo de estar hablando por teléfono y dibujando”.

Durante la alocución, Panxito con los aplausos ladraba jaleado, mientras su amigo socio humano, se ufanaba de “Reírse de uno mismo”. Entre las doscientas ocho ilustraciones del libro, enmarcadas en las cuatro estaciones anuales, el diseñador gráfico alborayense plasma satíricamente asuntos como el postureo en Instagram “La gente parece que está siempre de vacaciones, es genial ver las fotos, enseguida te inspiras”. Y, ni corto ni perezoso, se dijo: “Pues voy a poner yo también lo que hacemos Panxito y yo”. Tras lo cual le dijo a su correligionario canino: “Panxito, ¡ya somos oficialmente instagrames!”.

Panxito, en dos mil catorce, fue rescatado en la N-340 (carretera del Mediterráneo) por la familia del profesor de talleres de ilustración Marcokolo. “Durmió veinte cuatro horas seguidas”, al poco tiempo descubrieron que “Este Panxito que encontraron era un follador, y aquí aparezco yo”, se lo llevó a su casa y nació una sociedad afectiva, productiva, positiva y exitosa.

Panxito patentiza la singular sociabilidad que algunas especies poseen y desarrollan, emitiendo señales fáciles de captar por los seres humanos, mientras que otros animales se comunican a través de un complejo y comprobado dialecto. Animales como los delfínidos, los cuales “usan su inteligencia para sobrevivir” en el que es su verdadero hogar: el mar. Criaturas sociales que cooperan y se comunican mediante chasquidos, silbidos, dentelladas al aire, tacto, saltos, caricias entre ejemplares. Todo forma parte de un idioma. ¡No un espectáculo! “España lidera el negocio de los espectáculos con delfines y ballenas”, (“eldiario.es”, 18/09/2016). En palabras del doctor Richard Connor de la Universidad de Massachusetts (EE.UU.), los delfines son “mamíferos sociales y complejos exactamente igual que en nuestra especie”, (“La cara oculta de los delfines”, National Geographic)

Desembotar los sentidos para saltar la barrera de humano ajeno al resto de los seres vivos, es algo que se refleja en el libro de Kolo y Panxito. “Los ojos del habitante urbano corriente no se fijan en los movimientos de los animales, sean salvajes o domesticados. La mayoría de los movimientos de los animales, hasta los más imperceptibles, así como las expresiones de sus ojos, tienen un significado”, escribe el biólogo norteamericano, natural de Reno, e investigador naturalista y articulista Vinson Brown en “Los lenguajes secretos de los animales”.

Jessica Centelles Escribano, joven filósofa de audaz dictamen, aseveraba: “Seguimos en la inercia de seguir los cánones; básicamente lo que interesa es que miremos las pantallas continuamente, interesa un poder pastoril, un poder de rebaño, nos hemos convertido en una especie de zombies que consumen información”. ¿Por qué ignorar la existencia de otras informaciones latentes en especies coetáneas? ¿Por qué desnaturalizarlas, martirizarlas? ¿Por qué en el siglo veintiuno aún existe la tristeza animal como entretenimiento? “Muere Flavia, la elefanta más triste del mundo; tras más de 40 años en cautividad en el zoológico de Córdoba”, (“eldiario.es”, 01/03/2019) “Flavia es ya el símbolo de la triste vida de los animales en los zoológicos” ha indicado, en el mismo artículo, Silvia Tortosa, presidenta de Pacma. Modificaciones legales exprés, siempre sujetas a intereses, se implementan para desgarrar sociedades animales. En dos mil dieciséis murió Arturo, un oso polar encerrado en una estructura de cemento “con temperaturas de 40 grados centígrados y una piscina de agua de solo 50 centímetros de profundidad” ¡cincuenta centímetros para una criatura considerada como de las más colosales en la fauna planetaria! Arturo saltó a las noticias dos años antes del fallecimiento debido a su comportamiento “relacionado con algún trastorno mental o un estado de depresión”, (“abc.es”, 24/07/2014)

Sociedad animal aniquilada por negocio, ignorancia y otros muchos motivos, ninguno edificante, nada de esto puede ser aprobado o disimulado en culturas avanzadas.

“Primates y roedores criados en condiciones muy limitadas en comparación con su hábitat natural” sufren “cambios parecidos a la depresión”, “primates no humanos” tienen un “comportamiento emocional similar al nuestro”, (“National Geographic”, 05/10/2012). El manipulado ser humano, tal parece que no puede, o no sabe, hallar otros mensajes que no sean los prefabricados por sistemas antinaturales. “Vivimos una dictadura de la felicidad”, dijo la joven filósofa, autora de “Platón y Nietzsche se encuentran en un bar”, en un ámbito donde otros especímenes no cuentan. Centelles se pregunta: “¿Qué pasará con los derechos humanos?” A lo que cabe añadir: ¿y qué pasará con los derechos del resto de animales? “Estamos obligados a ser libres por naturaleza”.

Animales esclavos, cautivos de por vida, a los que se les niega el desarrollo en sus específicas sociedades sufriendo la negación de cuanta información heredan para subsistir en los respectivos hábitats. Animales que, si sobreviven, se les exige la humanización. Animales que jamás activaran sus técnicas de geolocalización, estrategias de manada, migraciones y habilidades gregarias transmitidas generación tras generación, para sobrevivir en libertad. “El Oceanográfic presume de su colección de tiburones, la más grande de Europa”, (“efe.es”, 06/03/2019), “muchos expertos creen que el alto nivel de inteligencia que los tiburones tienen, es lo que hace que sea difícil para ellos vivir en cautiverio, incurren en un alto nivel de estrés (“Tiburonpedia”); muchos de los tiburones cautivos “terminan muriendo en un periodo de un año”. Siguen proliferando distracciones y negocios fundamentados en la no escucha y respeto hacia el resto de animales como habitantes, por derecho propio, del planeta.

“Continuamos siendo manipulados, necesitamos salir de la caverna” reivindica Centelles, filósofa villarealense de uñas lacadas en morado, pelo corto lila y piercing nasal, a lo que añadió: “Cada equis tiempo nos van callando la boca; cada cual debe vivir su propia libertad”. El entomólogo Howard Ensing Evans redactó un ensayo titulado: “El mundo intelectual y emocional de la cucaracha”; y, Don Marquis novelista norteamericano, humorista y columnista en el Evenning Sun y el New York Herald, escribió.“No sé porque los humanos se ufanan tanto. Los insectos tienen una raigambre más antigua. Según los científicos los insectos eran insectos cuando los humanos no pasaban de masa informe”