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Julio Monreal

El mapa electoral valenciano se aprieta

En los cuarteles de los socialistas no se creen lo que leen. A dos semanas de las eleciones generales y autonómicas valencianas, el PSOE tiene una fidelidad de voto con respecto a quienes confiaron en ellos en 2015 por encima del 75 %, solo superada por los ultras de Vox (90 %). En las últimas décadas, los del puño y la rosa eran siempre los que tenían un electorado con menor fidelidad, un mayor porcentaje de fugas a otros partidos o los más elevados índices de abstencionistas. Ahora, ante las consultas que todos presentan como cruciales en la historia democrática española por unos u otros motivos, la formación liderada en España por Pedro Sánchez y en la Comunitat Valenciana por Ximo Puig llega a las urnas en plena fase de enamoramiento con su potencial hinchada. O al menos habiendo transmitido la idea de que el llamado voto útil ha de funcionar. Junto a esta novedad, destaca que Podemos vive una crisis de fidelidad con su electorado, ya que solo retiene al 30,8 % de sus votantes de hace cuatro años.

Estos dos datos son algunos de los que sobresalen de la encuesta de intención de voto en la Comunitat Valenciana que ofrece Levante-EMV este fin de semana a sus lectores. Según este sondeo, los tres partidos que firmaron hace cuatro años el Pacte del Botànic, PSPV-PSOE, Compromís y Podemos, mantendrían la mayoría en las Corts Valencianes y el Govern de la Generalitat por un margen más ajustado que en los últimos comicios autonómicos, 52 de los 99 escaños de la Cámara, tres menos que los obtenidos en 2015, mientras la suma de PP, Ciudadanos y Vox se quedaría en 47 diputados.

El sondeo encargado por el diario pronostica un espectacular avance de los socialistas, que pasarían de los 23 parlamentarios actuales a 33, arrebatando la condición de partido más votado al PP, que cosecharía su peor resultado desde 1987, 25 escaños, seis menos que en 2015. Ciudadanos es, con el PSPV-PSOE, la otra formación que crece, de 13 a 17 diputados, mientras los nacionalistas de Compromís retroceden de 19 a 14 y Podemos pasa de 13 a 5, rozando el listón del 5 % del voto, que es el límite para obtener representación. La ultraderecha de Vox accedería por primera vez a la Cámara valenciana con cinco diputados.

El trabajo realizado por la empresa Invest Group señala que los socialistas valencianos se convierten en el partido más votado gracias a la captación del 15,1 % de votantes de Compromís; un 17,8 % de Podemos y un 10,7 % de Esquerra Unida. Por su parte, Ciudadanos se nutre del 9,7 % de sufragios del PP; un 7,8 % de Compromís; un 8,2 % de Podemos, y un 3,6 % de EUPV. La coalición liderada por Mónica Oltra recibe de la sangría de Podemos (14,4 %) y de EUPV (7,1 %), mientras la ultraderecha de Vox suma con un 9,5 % de votantes de Ciudadanos y un 8,3 % del PP. Ni los populares ni los de Podemos reciben voto de otras formaciones de manera apreciable.

El mapa electoral valenciano se mantiene pero se aprieta. Según el sondeo de opinión, un 41,9 % de los ciudadanos valencianos se declara de izquierdas, y un 33,8, de derechas, mientras el 22 % afirma ser de centro. La cuestión es dilucidar quién representa hoy el centro. El trabajo contratado por Levante-EMV, el muy reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y muchos otros que ven la luz estos días subrayan que ahora mismo hay un 25 por ciento de los votantes que aún no ha decidido qué papeleta meterá en la urna. Y es sabido que los votantes de centro son los que facilitan las victorias electorales y la alternancia de partidos y bloques.

En la parte izquierda de la pizarra electoral, Podemos parece haber dilapidado su capital político en un tiempo récord. Las peleas por el liderazgo en la formación morada y el lamentable episodio del chalé de Galapagar han transmitido a la ciudadanía la sensación de que no hay nada de partido nuevo en ellos, que se han contagiado en tiempo récord de todos los males que venían a combatir. A escala autonómica, Podemos ha pagado caro el apoyo parlamentario al Govern del Botànic sin disfrutar de las mieles y la visibilidad de participar en el Ejecutivo. Puede que ahora que ya han anunciado que si hay ocasión entrarán en el Consell sea tarde para rectificar. El límite del 5 % está muy cerca para los de Pablo Iglesias y Rubén Martínez Dalmau y su caída en desgracia puede cambiar el Botànic por el Titanic, como le gusta decir a la presidenta del PP valenciano, Isabel Bonig.

La coalición Compromís también saldrá perjudicada de las elecciones del 28 de abril, según el pronóstico de Invest Group, aunque no tanto como sus vecinos morados. La formación ni es de centro ni ha buscado el centro. Ha desplegado una actividad política y gestora alineada punto por punto con un programa electoral de izquierdas, ha gobernado para los suyos y eso la ha situado en el eje de numerosas polémicas (movilidad, comercio, educación), en las que se ha desgastado de forma apreciable, aunque el trasvase de sufragios de Podemos mitigará los daños.

Con la izquierda bien definida y el centro-derecha escorándose hacia el extremo para no perder espacio por culpa de Vox, el centro se ha quedado huérfano, y es ahí donde Pedro Sánchez y Ximo Puig han encontrado el viento que sopla sus velas electorales.

El líder de los socialistas valencianos ha trabajado cuatro años por presentarse ante la sociedad como una persona alejada de posiciones extremas, dialogante y nada estridente. Ha logrado encabezar causas comunes, tanto la reivindicación de una financiación justa como la exigencia de mayores inversiones del Estado; ha conseguido pilotar la regeneración política y administrativa de una Comunitat señalada durantela última década por la corrupción y ha contribuido de manera importante a reducir la crispación en el ámbito político y social. Ha ganado el centro y por eso las encuestas pronostican un importante avance de su formación.

A la derecha, Ciudadanos y el Partido Popular pelean con uñas y dientes para no perder el paso frente a Vox. La formación naranja que preside Albert Ribera y que ha apostado en la Comunitat Valenciana por el actor Toni Cantó se las prometía muy felices para esta nueva etapa, pero la foto de la plaza de Colón con la ultraderecha ha resultado ser plomo en sus alas. Lo que ganan por su firme posición frente al independentismo en Cataluña, que es lo que le abrió las puertas de la política nacional, lo pierden por ese empeño generalizado en abandonar un centro en el que gozaban de una posición privilegiada. No sólo no adelantarán al PP en las Corts Valencianes sino que su avance quedará muy recortado para las previsiones existentes hace sólo unos meses.

Quienes se preparan para lo peor mientras sueñan con el milagro son los conservadores populares. Los sondeos pronostican para Pablo Casado e Isabel Bonig un retroceso notable tras su escoramiento hacia la derecha, abandonando la línea centrista que Mariano Rajoy impulsó durante su etapa. Ahora todos, empezando por José María Aznar, intentan hacer un llamamiento a la concentración del voto conservador en torno al PP, viendo que el peligro principal está en la división del electorado entre tres marcas. Solo tienen 15 días y todo puede pasar. Si algo se sabe es que todo puede cambiar en un minuto.

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