En tiempos de incertidumbre política, un buen manual de campaña puede ser clave. Desde las elecciones generales de diciembre de 2015, y con reiteración en las del 2016, nos enfrentamos a un nuevo comportamiento del electorado en el que un porcentaje muy importante de la población decide su voto en las semanas previas al día de las elecciones. De tal forma que, una campaña mal diseñada por parte de un partido político o los errores que durante ésta sus líderes cometan, puede acabar influyendo notablemente en el resultado que finalmente arrojen las urnas. Incluso acertar con el eslogan es hoy más importante que en otras ocasiones. En este caso, me atrevería a decir que en algo de eso ha podido fallar el PP autonómico en relación al «correctamente política». Sobre todo, y siguiendo con el juego de palabras, porque cuando la corrupción entra en campaña lo políticamente correcto salta por la ventana. Y aquí, en la Comunitat Valenciana, ha entrado de la mano de este partido: aún vivimos con los sobresaltos y coletazos de todos aquellos casos que han caracterizado a los gobiernos populares y que mantienen viva a día de hoy la actualidad política.

Y es que, cuatro años en la oposición parece poco tiempo para que el electorado vuelva a confiar de forma mayoritaria en un partido tan cuestionado. Entre otras cosas, porque no es espacio suficiente para que una organización política en estas condiciones haya podido acometer una verdadera regeneración interna: la mayoría de dirigentes y líderes actuales, aunque directamente no tengan nada que ver con todas esas corruptelas, han formado parte de esos gobiernos cuya gestión está en entredicho, siendo investigada o procesada. Por ello, parece razonable entender que el PP en esta Comunitat no es un ejemplo de corrección política.

Mientras, al otro lado de lo incorrecto se encuentra el Gobierno del Botànic que lidera el socialista Ximo Puig. Un gobierno que, con sus aciertos y sus errores, ha recuperado el sentido ético de la política poniéndola al servicio de las personas, de la sociedad, frente a quienes la entendieron como un instrumento para enriquecerse o la pusieron a disposición de ciertos intereses privados. En ese sentido, llama la atención la propuesta electoral que hacen desde el PP de llevar a cabo una bajada masiva de impuestos en el caso de que gobernaran. No me puedo cansar de decir que los impuestos son necesarios para sostener los servicios públicos. Aquí, de lo que se trata es de que paguen más los más tienen. La pregunta es cómo piensan financiar una educación y sanidad públicas y de calidad bajando los impuestos. Lo que está proponiendo el PP es un programa económico neoliberal que, por cierto, casa perfectamente con el discurso que hace el partido ultraderechista Vox cuando habla de reducir al máximo la intervención pública para externalizar, es decir, privatizar, buena parte de los servicios públicos, poniendo contra las cuerdas numerosas conquistas sociales que, sin duda, han coadyuvado a consolidar nuestra democracia. Lo que nos estamos jugando se llama Estado del Bienestar.

Conviene por ello, no perder de vista que esa alternativa que supone la alianza de derechas es, además de una cuestión ideológica, un pacto económico. Así, vamos a unas elecciones cruciales con dos opciones claramente diferenciadas: apostar por el desarrollo de una sociedad del bienestar apuntalando al Gobierno del Botànic que lidera Ximo Puig, o la incorrección de quienes pretenden un proyecto político con la extrema derecha en lo ideológico y neoliberal en lo económico, que socavaría el desarrollo social conquistado estos años. Valoren qué es lo políticamente correcto.