Fue en febrero, en Sede de Naciones Unidas en Nueva York y con el secretario general de la FAO como padrino. Joan Ribó presentó su Centro Mundial para la Alimentación Urbana Sostenible: Cemas. Y debería ser este mes de abril cuando abra sus puertas.

Para Ribó es necesario implantar modelos locales y sostenibles que permitan eliminar el hambre y que aseguren mecanismos eficaces para garantizar los derechos y dignidad de las personas. En definitiva, el tripartito local nos va a colocar un nuevo quiosco en el que lucirá a perpetuidad la placa inaugural del alcalde.

El impacto mediático de la puesta en escena de Ribó en Naciones Unidas se vio empañado de inmediato. Y es que el mismo día que leíamos en este periódico cómo había transcurrido el evento, justo al volver la página nos encontrábamos con otra noticia inquietante, relacionada también con la alimentación y con Valencia. La Casa Caridad advertía del fuerte aumento de la pobreza en la capital. Un 13% de las personas que acuden a su comedor son niños, el 80% de los ciudadanos que van a comer o a lavarse se encuentran en edad laboral, se ha duplicado la asistencia de usuarios que tienen entre 18 y 30 años, la presencia de mujeres -muchas de ellas acompañadas de sus hijos- ha aumentado en más del 50% y, en definitiva, se ha disparado más de un 40% la dispensación de alimento en relación al año anterior.

Nos encontramos, pues, ante dos realidades distintas en relación al asunto de la alimentación en las grandes ciudades, dos realidades que a veces sólo se hallan separadas por una página de periódico. No ha sido necesario recurrir a 'RiboLeaks'. Pero es que a veces no son necesarias las filtraciones interesadas ni los anuncios grandilocuentes; basta con pasar la hoja del diario o pasear por ciertos barrios para volver a descubrir que lo importante para el político sigue siendo, hoy como ayer, la foto de turno.

No debe preocuparse el alcalde Ribó por el éxito de su Cemas. Tendrá la placa inaugural y su pequeña gloria; eso sí, ya se preocuparán los asesores del compromiso social fallido de que no se fotografíe la pobreza valenciana, ésa que quienes llevan más de un siglo combatiéndola nos advierten de que sigue existiendo.

Es triste decirlo, pero mientras muchas personas, incluidas madres y niños, acuden al comedor social en Valencia, otros preparan cartelones de publicidad, páginas webs y encuentros internacionales propagandísticos sobre alimentación urbana desde un nuevo chiringuito político. Y eso, no es nada sostenible.