La Pequeña Edad del Hielo fue un período frío. Pero el clima nunca ha sido estable, por mucho que se nos intente vender. El invierno de 1672-1673 fue de temperaturas más suaves. Los Países Bajos, después de su independencia, se convirtieron en una potencia financiera, comercial y naval. Esa riqueza se reflejó también en las artes, en especial, la pintura y en la ciencia.

Basta una visita al Rijksmuseum de Amsterdam o a la Mauritshuis de La Haya para hacerse perfecta idea de este aspecto. La ciudad que mejor representaba la edad de oro holandesa era Amsterdam, puerto principal para los intercambios entre los oriente y occidente europeos. Allí llegó, en 1697, el zar Pedro el Grande para conocer sus famosos astilleros, lo que explica (seguimos con el arte) la presencia de una sede del Hermitage, desde los canales del Neva a los del Amstel.

El florecimiento de la joven república chocó con los planes expansionistas de la Francia de Luis XIV, el rey Sol. La guerra estalló en junio de 1672 y un ejército francés de 150.000 hombres avanzó, ayudado por el bajo nivel de ríos y canales tras una primavera seca. Sí, no se sorprendan: antes del cambio climático, hasta los Países Bajos podían sufrir una sequía. Para dificultar la invasión, los holandeses inundaron sus bajas tierras y crearon un foso, de 20 kilómetros de ancho, en torno a Amsterdam. Al fin y al cabo, es la presa (dam) del Amstel. Los franceses decidieron esperar al invierno y a la congelación de las aguas para cruzar. El 27 de diciembre empezó el avance, pero un cambio de viento y la lluvia al día siguiente fundió el hielo y obligó a los franceses a retirarse con fuertes pérdidas.

Hoy pueden admirar las escenas invernales en los canales congelados que Hendrick Avercamp pintó, pero fue la ausencia de ese hielo lo que salvó a su país.