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Más debates que es la guerra

La campaña se recrudece, como una guerra medieval. Y la Junta Electoral ha decidido que el debate previsto en Antena 3 con los candidatos a la presidencia no era el preceptivo, ante el recurso que presentaron otros tres partidos con representación parlamentaria. Los organizadores se han dado prisa en aceptarlo (sin compartirlo) y lo presentarán con cuatro candidatos, a saber, Pedro Sánchez (por el Psoe), Pablo Casado (por el PP), Albert Rivera (por Ciudadanos) y Pablo Iglesias (por Unidos Podemos). Otra cosa es que seguirá le orden en que las bolas les colocaron para situarse en los atriles y el orden en que harán sus intervenciones, al principio y al final o si eso habrá de ser otra vez sorteado. No es baladí. El que cierra tiene ventaja para contestar y remachar.

Tiene razón Pablo Iglesias cuando dice que los debates debieran ser obligatorios en la televisión pública y estar legislados, que no lo están, pero sí, por lo visto, las reglas que los rigen, según ha decidido con argumentos la Junta Electoral.

Los debates a veces son decisorios. El que inició la serie histórica fue el de John Kennedy y Richard Nixon. Los de la segunda vuelta también son claves en Francia, como el que se dio entre Macron y Marie Le Pen. Aquí no es de obligado cumplimiento y en el último que yo recuerdo, Mariano Rajoy no asistió y en cambio envió a su vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaria.

Más debates permiten a los indecisos (sean el 40 por ciento, como señalaba la encuesta del CIS, o el 20 por ciento como mostraba otro barómetro de La Sexta) conocer mejor los puntos fuertes de sus programas, porque bien pocos electores van a leérselos completos. Y ver cuál es su talante en el cara a cara.

Porque en sus mitines y ante sus partidarios, en los actos organizados por los partidos, a los que acuden en general los ya convencidos, lo que remachan son las críticas al contrario, cuando más exageradas mejor. Los estrategas y asesores se dan cuenta que así consiguen más espacio en los medios, que se hacen eco de «las paridas» y que encuentran más aburridos los puntos relativos al empleo, la sanidad, la violencia de género, las pensiones. Otra cosa es los avances sobre recortes de impuestos (y por la derecha van primero los recortes en patrimonio o en sucesión, claro que beneficia a las rentas altas así). Los expertos analizan y piensan que si rebajas impuestos has de recortar en el Estado de bienestar por un lado y otro, todavía más.

Los dichosos debates tienen una liturgia previa y traen cola, y a cinco días de l las votaciones, tienen mucho de lotería, porque si hay errores tienen difícil enmienda(los candidatos se preparan a fondo y tienen a sus asesores cooperando). La evaluación de quien ha estado mejor o peor y quién lo ha ganado es muy discutible, siempre depende del ojo que mira y de sectores de opinión.

Pero la democracia en la era mediática se basa en estos cara a cara, estos duelos dialécticos. Y en ellos la fotogenia tiene mucho peso, da un plus. El lenguaje gestual pesa junto a las palabras, que suelen ser los eslóganes más repetidos de la campaña o las promesas electorales. Lo que va en el programa y a veces lo que no va y que los otros les sacan a la fuerza o les echan en cara.

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