En una conversación informal que tuvimos en una entrega de premios con el president de la Generalitat, Ximo Puig, nos comentaba que la incertidumbre de las próximas elecciones radicaba en si se votaba en clave nacional o en clave autonómica. A mi modo de ver, deberíamos votar en clave autonómica, juzgando y valorando lo acontecido en nuestra tierra en los últimos cuatro años. Hay muchos retos por delante y planea sobre nosotros la sombra de una involución en cuanto a derechos y libertades. Incluso hay partidos con posibilidades de obtener representación que, paradójicamente, están por la recentralización del Estado y la supresión de las autonomías. Partidos que ni siquiera tienen un proyecto definido y sólido para la Comunitat Valenciana, más allá de esa involución que nos haría retroceder a tiempos pasados que creíamos superados.

Hace unos años era desolador ir a tocar por España y que todo el mundo te recordara el sambenito de la corrupción, que hay que reconocer que nos habíamos ganado a pulso, ya fuera por obra u omisión. En eso algo hemos mejorado y a los hechos me remito. Hoy debatimos con algunos seguidores sobre lo estupenda que es València para desplazarse en bicicleta, sobre cómo las puertas de la Generalitat y del Ayuntamiento de València se han abierto a la cultura o sobre cómo València acogió a un barco con inmigrantes desahuciados. Hay datos y gestos que son objetivos e irrefutables y que van más allá de las siglas. Y hay políticos que han cumplido con su deber, al contrario de lo que otros hicieron en un pasado no tan lejano. Es por eso muy importante votar con convicción y no quedarse en casa a lamentar luego los resultados si no nos gustan.

En mi opinión, es un paso atrás el desenterrar viejas guerras como los símbolos, la lengua, el catalanismo y toda esa serie de pataletas que suele esgrimir la derecha. A estos partidos habría que exigirles un proyecto serio, que fuera más allá de los tópicos que nos dividen como sociedad y que además, distan mucho de ser un problema real y palpable para los valencianos y valencianas. A la izquierda, el compromiso firme con sus ideales, y a todos sin excepción, la defensa del bien común.

No les hagamos el juego a los que solo piensan en los suyos. Si tanto se quejan algunos de que no tenemos nada que ver con nuestros vecinos del norte, no estaría de más que lo que allí está sucediendo no nos acabara pasando factura electoral.

Lo que ahora nos jugamos son más recursos públicos para las cosas que realmente tienen un impacto en nuestra vida diaria. Recursos para nuestros mayores, para la sanidad y la cultura, para tener una sociedad ecuánime y con mayor conciencia ecológica, para acabar con la violencia de género, para mejorar la educación y el futuro de la gente que estudia para labrarse un porvenir.

Desde la experiencia que me da el hecho de vivir a caballo entre dos culturas y dos países tan diferentes (paso mucho tiempo en Noruega), y dado que siempre se pone de referente del Estado del Bienestar a los países escandinavos, creo que hay que ser consecuente y no caer en contradicciones: si queremos mejores servicios públicos, ciudades y pueblos más ecológicos y eficientes, mayor igualdad y cohesión social, no podemos empezar a despotricar contra las políticas que nos encaminan a tener una sociedad más justa e igualitaria. Ciudades para la gente, políticas para la ciudadanía y que los representantes públicos que emanen de la voluntad del pueblo, tengan el coraje y la valentía de gobernar y legislar dejando a un lado sus intereses partidistas y pensando en la mayoría. Nos merecemos un futuro mejor y si lo queremos, hemos de empezar a construirlo con hechos el 28 de abril.