Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons García03

De Catadau a Ontinyent con Aguirre

Ha llegado ese momento de la campaña electoral en que los candidatos están cansados y nerviosos. Unos con más motivos que otros. Bonig y Oltra se la juegan especialmente. El panorama en el PP lleva tiempo revuelto y un mal dato en la C. Valenciana solo podrá ser compensado con las llaves del Palau. Si no es así, es seguro que vendrán curvas para la exconsellera. El mensaje de Oltra en esta campaña no puede ser más directo. Lo repite en cada acto y en todos los carteles: presidenta. Solo sabe ella qué pasará si no alcanza esa meta. ¿Cuatro años más de vicepresidenta o la opción de Madrid si las elecciones generales no resuelven el bloqueo y hay nueva convocatoria en unos meses? Cantó y Martínez Dalmau son los que aparentan más calma en predebates, debates y posdebates. Son los más nuevos y se juegan menos. Es difícil que Ciudadanos no mejore el resultado de 2015, con lo que el actor tiene sencillo salvar la cara. La tranquilidad del aspirante de Unidas Podemos cuando las expectativas son tan bajas me descoloca: quizá porque sabe que superar la barrera del 5 % ya será visto como un buen resultado, pese al amplio retroceso. Y si no, sabe que la responsabilidad no será atribuible a él. Puig ha vuelto a demostrar lo que sus cercanos conocen desde hace más de cuatro años: que es mejor presidente que candidato. Se juega ese cargo, que no es poco porque tendría que buscar acomodo en otra institución, pero en un partido siempre irascible tiene el colchón emocional de que mal tendrían que ir todas las encuestas para que el PSPV no vuelva a ser el partido más votado en unas autonómicas 28 años después. Sí, 28; dos, ocho.

Puig se ha encontrado con la piedra en el camino del caso Alquería y Jorge Rodríguez, que ahora sí se puede asegurar que no será su delfín, aunque sea absuelto en el futuro. La maniobra a espaldas del partido para intentar continuar en la alcaldía de Ontinyent marca su futuro. El sumario ha destapado algunas vergüenzas, pero no revelaciones de gran calado judicial. Sí deja claro que todo lo sucedido es resultado de una pelea interna por controlar la vieja y podrida Imelsa y, al menos en un caso, usarla para beneficio político propio. Al final, los dos actores principales de ese duelo, Rodríguez y José Manuel Orengo, están lejos del PSPV. De distinta manera, pero fuera. Se han dejado más pelos en la gatera de lo que pensaban en 2015, cuando cogieron las llaves de la Diputación de València.

Mientras la campaña calienta esta húmeda Semana Santa, la vida continúa. La tarde que el PSPV expulsaba a un candidato a alcalde por apoyar a un agresor machista se iba de este mundo una socialista sin cargo y poeta poco reconocida. Francisca Aguirre ilustra como pocas la experiencia de la mujer española en la segunda mitad del siglo XX: trabajo silencioso y constante, a la sombra de un marido grande de la poesía, no digo que porque él impusiera esa situación, sino porque las circunstancias ayudaban a la subordinación de la mujer.

Paca Aguirre no dejó nunca de sonreír ni de construir poemas hermosos y limpios, incomprendidos quizá en un tiempo en el que todo lo extraño y rupturista era sobrevalorado. Había que romper con todo, con los cánones y la mediocridad de la intemperie de aquella España gris, pero no había que romper con el modo de vida patriarcal. Aguirre empezó a publicar tarde, en los años setenta, y solo en los últimos tiempos le llegaron los reconocimientos importantes. Su nombre, no obstante, no está en el lugar que merecería. «Los dioses son palabras; con el silencio, mueren», escribió. Sus poemas son diosas de papel, más necesarios que nunca, ahora que la campaña arde.

Compartir el artículo

stats